En el comienzo de los tiempos, cuando todo era eternidad, hubo una vez un ángel, tan hermoso y perfecto, como sus hermanos; que se enamoró de la creación de su Señor.
Este Ser fue testigo, del origen de los mundos.
Pudo ver como emanaban de su Señor, las corrientes divinas, de fuerzas creadoras.
Una de ellas expresaba sus cualidades de manifestación, y en su danza los mundos fueron creados, con perfecta belleza.
Era la Madre Cósmica, dando a luz al universo.
Otra corriente, inoculó de amor inteligente, cada átomo, cada célula y cada elemento, que componían esa maravillosa obra de arte.
Era la marca del Padre, la chispa divina que animaría la creación, la impulsaría hacia su evolución y haría que nunca lo olvide.
Las corrientes de energías, como rayos multicolores, recorrían todo lo creado; otorgando color, aromas, luz, sonido, armonía y diversidad.
Pero todo lo que emanaba de El, a El mismo retornaba. Nada quedaba fuera, sino que todo permanecía en El.
Porque todo era El.
Luego hubo quietud, y el ángel pudo ver, la mirada de su Señor, amparando la vastedad del Universo.
Estableciendo sus leyes, impregnándolas en el éter.
Concediéndole eternidad y prosperidad.
Los ángeles, como hermanos mayores, serian los custodios, de todo lo que acababa de nacer.
El tiempo comenzaba su existencia.
Fue entonces que aquel ángel, comprendió, que todo lo que estaba presenciando era el desborde del amor de Dios...
Que tenía un propósito, y quiso vivirlo, experimentarlo.
El ángel hizo su pedido, y muchos hermanos pidieron acompañarlo.
Como el más amoroso de los padres, el Señor bendijo su partida, como sabiendo que esto ocurriría.
Besó a cada uno de sus hijos amados, otorgándoles dones; que como preciosos regalos deberían descubrir con el tiempo.
El Padre vio descender a sus hijos, y guardó una promesa en su corazón, sabiendo que algún día vería su regreso.
Ese sería un día de gloria para toda la creación.
Una nueva madre los recibiría en su seno y les daría los elementos necesarios para su encarnación.
La madre tierra haría visible sólo una parte de ellos, la otra mitad de su ser siempre pertenecería al Padre.
Algo más nacía con ellos, la dualidad y el olvido.
Dos condiciones, que los acompañarían en su peregrinaje, hacia la conciencia del existir.
Cada una de ellas representaba la mayor clave, el mayor desafío, y la más divina posibilidad.
Las dos impulsarían la búsqueda, sacándolos de la inercia, los llevarían a la experimentación.
La dualidad, crearía la primera necesidad, que un ser humano puede sentir, la de amar y ser amado. La necesidad del complemento, que los haga sentir completos plenos, uno.
También produciría el cansancio.
Cansancio de oscilar entre los opuestos; placer y dolor, plenitud y hastío, nacer y morir...
Necesidad de permanencia, el poder elevarse mas allá del péndulo y vivir en lo eterno.
El olvido traería consigo, el perfume más bello, La nostalgia.
Nostalgia de paraíso perdido, de hermandad con todo lo que vive.
Nostalgia del amor del Padre.
Nostalgia de Amor.
De un estado del ser, en el que todo es plenitud, todo es abarcado y nada queda fuera de sí mismo.
Así comenzaba la gran aventura, la gran misión de la familia humana .
Amparados, protegidos, guiados y sostenidos por la fuerza mas poderosa que existe: El Amor.
Aquellos seres perfectos en su origen, recorrerían un derrotero, edad tras edad, dejando una estela de luz para sus hermanos. Abriendo compuertas de ascensión.
Marcando el camino de retorno a la casa del Padre.
Siguiendo el perfume de aquel Amor, sus conciencias se irían expandiendo para poder albergarlo.
Por El serían bautizados.
Por El serían perdonados.
Por El serían transfigurados.
Y por El serían, finalmente Liberados.
Liberados de su promesa sagrada.
Volverían a casa, habiéndolo dejado todo de sí y sabiendo que todo, absolutamente todo, lo vivido permanecería con ellos eternamente.
elsenderomagico
Todos tenemos un maestro que siembra semillas en nuestra vida,para que esas flores, nos señalen nuestro sendero mágico,particular y único.
lunes, 30 de noviembre de 2009
viernes, 6 de noviembre de 2009
HABIA OTRA VEZ......
Habia otra vez, tres chanchitos que vivian en un hermoso valle; como habian terminado de estudiar, cada uno decidió hacer su propia casa.
Decían por ahí que cada tanto merodeaba un Lobo, y que había que protegerse.
Los tres habian planeado que sus casas serían como ellos, que al mirar cada una todos sabrian de quien era.
El primer chanchito, queria que su casa representara su buen gusto y su glamour. Entonces la construyó rápido, con tules rosados y perlas que adornaban todo el frente. En las ventanas puso cristales multicolores, y una alfombra roja en su puerta.
El segundo chanchito, quería que su casa refleje su inteligencia y su seriedad. Construyó su casa con medidas exactas, hizo muchas cuentas y cortó las chapas de acero para formar cuadrados perfectos. Para saber si sus invitados eran tan inteligentes como él, inventó un timbre que preguntaba las tablas.
El tercer chanchito demoró un poquito más en decidir el aspecto de su casa, porque quería construirla con lo mejor de sí mismo. Comprendió que el Amor, era lo mejor que había recibido y tambien lo que queria que la gente sintiera cuando viera su casa.
Entonces decoró toda su casa con grandes fotos que mostraban imágenes de ternura y amor.
Pintó un gran corazón en su puerta con la palabra GRACIAS.
Al poco tiempo el Lobo se enteró que en el valle había nuevos vecinos, - "tres chanchitos..", le dijeron.
Y en ese momento al Lobo le agarraron unas terribles ganas de comer chuletas! y decició ir al valle.
Cuando el Lobo llegó, los tres chanchitos corrieron a sus casas rapidamente.
El lobo se detuvo delante de la casa del Chanchito Glamoroso y empezó a soplar fuertemente, para derribar su casa.
En pocos minutos, los tules rosados y fucsias volaban por el aire!, el chanchito logró escapar porque el lobo se resbaló con las perlas, y quedo medio enroscado en una estola de plumas de color lila.
El Chanchito Glamoroso se refugió en la casa del Chanchito Inteligente, que cerró todas sus ventanas; y se quedaron quietitos esperando...
El Lobo no tardó mucho en llegar y comenzó, otra vez, a soplar con todas sus fuerzas. La casa se movía mucho pero parecía resistrir.
El Lobo se cansó un poco de soplar y decidió tocar el timbre....Entonces el timbre empezó con sus preguntas
- " 2 por 1?"
- "2 por 2?"
EL Lobo se enojó muchisimo! porque no se acordaba las tablas y se sintió poco inteligente, y comenzó a derribar la puerta a patadas.
Los dos chanchitos, temiendo lo peor, lograron ecapar por otra puerta trasera, que el chanchito había construido, porque era muy inteligente.
Fueron corriendo a la casa del Chanchito Amoroso, con mucho miedo.
El Chanchito Amoroso los recibió con mucha alegría y logró calmarlos.
Les preparó un chocolate calentito y se sentaron a tomarlo.
En tanto el Lobo estaba mas enojado todavía y fué corriendo a la casa del tercer chanchito.
Empezó a soplar con todas sus fuerzas totalmente decidido a derribarla, y mientras se detenía a tomar aire, comenzó de a poco a ver las imágenes que había en las paredes de la casa.
Una le llamó mucho la atención, y se acercó a mirarla.
En esa foto estaban los tres chanchitos y el Lobo, jugando juntos en el jardín de infantes...
El Lobo recordó su niñez y como se divertía con sus amigos; recordó lo feliz que era cuando nadie le temía.
Entonces el Lobo sintió unas terribles ganas de pedir disculpas, y se dirigió hacia la puerta del Chanchito Amoroso.
Cuando vió el corazón con la palabra GRACIAS en la puerta, una hermosa sonrisa iluminó la cara del Lobo, porque nunca nadie había agradecido su presencia.
El Chanchito Amoroso abrió la puerta y lo invitó a pasar, a compartir su mesa.
Antes de sentarse el Lobo pidió disculpas y prometió ayudar a los otros dos chanchitos a reparar sus casas.
Esa tarde se rieron mucho, comieron mucho chocolate y todos aprendieron algo maravilloso, aprendieron que
"EL AMOR ES LA FUERZA MAS PODEROSA DEL UNIVERSO"
Decían por ahí que cada tanto merodeaba un Lobo, y que había que protegerse.
Los tres habian planeado que sus casas serían como ellos, que al mirar cada una todos sabrian de quien era.
El primer chanchito, queria que su casa representara su buen gusto y su glamour. Entonces la construyó rápido, con tules rosados y perlas que adornaban todo el frente. En las ventanas puso cristales multicolores, y una alfombra roja en su puerta.
El segundo chanchito, quería que su casa refleje su inteligencia y su seriedad. Construyó su casa con medidas exactas, hizo muchas cuentas y cortó las chapas de acero para formar cuadrados perfectos. Para saber si sus invitados eran tan inteligentes como él, inventó un timbre que preguntaba las tablas.
El tercer chanchito demoró un poquito más en decidir el aspecto de su casa, porque quería construirla con lo mejor de sí mismo. Comprendió que el Amor, era lo mejor que había recibido y tambien lo que queria que la gente sintiera cuando viera su casa.
Entonces decoró toda su casa con grandes fotos que mostraban imágenes de ternura y amor.
Pintó un gran corazón en su puerta con la palabra GRACIAS.
Al poco tiempo el Lobo se enteró que en el valle había nuevos vecinos, - "tres chanchitos..", le dijeron.
Y en ese momento al Lobo le agarraron unas terribles ganas de comer chuletas! y decició ir al valle.
Cuando el Lobo llegó, los tres chanchitos corrieron a sus casas rapidamente.
El lobo se detuvo delante de la casa del Chanchito Glamoroso y empezó a soplar fuertemente, para derribar su casa.
En pocos minutos, los tules rosados y fucsias volaban por el aire!, el chanchito logró escapar porque el lobo se resbaló con las perlas, y quedo medio enroscado en una estola de plumas de color lila.
El Chanchito Glamoroso se refugió en la casa del Chanchito Inteligente, que cerró todas sus ventanas; y se quedaron quietitos esperando...
El Lobo no tardó mucho en llegar y comenzó, otra vez, a soplar con todas sus fuerzas. La casa se movía mucho pero parecía resistrir.
El Lobo se cansó un poco de soplar y decidió tocar el timbre....Entonces el timbre empezó con sus preguntas
- " 2 por 1?"
- "2 por 2?"
EL Lobo se enojó muchisimo! porque no se acordaba las tablas y se sintió poco inteligente, y comenzó a derribar la puerta a patadas.
Los dos chanchitos, temiendo lo peor, lograron ecapar por otra puerta trasera, que el chanchito había construido, porque era muy inteligente.
Fueron corriendo a la casa del Chanchito Amoroso, con mucho miedo.
El Chanchito Amoroso los recibió con mucha alegría y logró calmarlos.
Les preparó un chocolate calentito y se sentaron a tomarlo.
En tanto el Lobo estaba mas enojado todavía y fué corriendo a la casa del tercer chanchito.
Empezó a soplar con todas sus fuerzas totalmente decidido a derribarla, y mientras se detenía a tomar aire, comenzó de a poco a ver las imágenes que había en las paredes de la casa.
Una le llamó mucho la atención, y se acercó a mirarla.
En esa foto estaban los tres chanchitos y el Lobo, jugando juntos en el jardín de infantes...
El Lobo recordó su niñez y como se divertía con sus amigos; recordó lo feliz que era cuando nadie le temía.
Entonces el Lobo sintió unas terribles ganas de pedir disculpas, y se dirigió hacia la puerta del Chanchito Amoroso.
Cuando vió el corazón con la palabra GRACIAS en la puerta, una hermosa sonrisa iluminó la cara del Lobo, porque nunca nadie había agradecido su presencia.
El Chanchito Amoroso abrió la puerta y lo invitó a pasar, a compartir su mesa.
Antes de sentarse el Lobo pidió disculpas y prometió ayudar a los otros dos chanchitos a reparar sus casas.
Esa tarde se rieron mucho, comieron mucho chocolate y todos aprendieron algo maravilloso, aprendieron que
"EL AMOR ES LA FUERZA MAS PODEROSA DEL UNIVERSO"
jueves, 13 de noviembre de 2008
LA HIJA DEL SOL
LA HIJA DEL SOL
Esta es la historia de una de las hijas del sol; que como muchos de sus hermanos, eligió ser enviada al planeta tierra, porque se acercaban los tiempos decisivos para este hermoso mundo y por lo tanto necesitaba mucha luz.
Como todos, apenas atravesó la atmósfera terrestre olvidó su linaje y su misión; precisamente por que su tarea de recordarlo, era parte de esa luz que brindaría.
Nació en una ciudad cerca del océano atlántico, en un hogar común, que le brindaría las circunstancias propicias para su autoreconocimiento.
La única persona que pudo presentir su origen era su Madre; pues desde su gestación sintió que era diferente. Ella la observaba, aún siendo pequeña, tenía cualidades que la asombraban, decía siempre la verdad y era muy valiente desde temprana edad.
Era una hermosa niña con ojos chispeantes y cabellos del color de su estrella.
Amaba el mar, podía sentarse horas a contemplarlo, quizás porque su murmullo le hablaba de aquel continente desaparecido, bajo sus aguas, que alguna vez fuera habitado por antiguos hermanos.
Amaba el sol, el único capaz de curar las heridas de su piel, que reflejaba sus temores y sus angustias; era su fuente de energía.
Por la fuerza de su interior, tuvo una adolescencia explosiva, no reconocía autoridad alguna; por que seres así solo pueden obedecer a su alma, pero todavía faltaban procesos para que llegara ese momento.
Sus padres terrestres que no sabían como educar a un ser con tanta energía, decidieron cruzar el gran río, e instalarse en la ciudad ,que decían tenía buenos aires. A la tierra que posee una de los puntos neurálgicos del planeta; porque nada, escapa a los planes divinos.
En su nueva tierra la Hija del Sol encontró estabilidad en el afuera, pero los conflictos comenzaron a ser mas serios dentro de su propio hogar; simplemente era un paso más para que ella viera las cosas que no le pertenecían. Como el cuento del patito feo que necesita el rechazo para conocer que era un cisne, y tuviera conciencia de serlo.
La Hija del Sol se enamoró de un noble hombre, con firmes valores, sencillo y cálido, que la hizo creer en el amor y en formar un hogar propio.
Su Madre al ver a su hija contenida, tomó una decisión postergada muchas veces y retornó, sola, a su tierra natal.
Ella quedó con el corazón dividido por el gran río, pero no podía impedir que su madre buscara algo de paz.
La Vida, iba formando un gran torbellino a su alrededor, el tiempo pasaba y la Hija del Sol debía reconocer su verdadero linaje; no podía dejar que se perdiera en Maya.
En uno de sus viajes habituales para visitar a su Madre, le fue entregado un libro. Un libro que hablaba de un planeta superior y sus formas de vida. Algunas de sus células solares entendieron el mensaje del libro, pero no era suficiente; Maya la estaba absorbiendo.
Y como esas cosas que uno jamás elegiría con su mente, sino sólo con su alma; su Madre partió de este mundo, de una manera dolorosa para su hija. Y el gran torbellino se convirtió en huracán que no dejó nada en pié. Arrasó con todas sus ilusiones y venció a Maya.
Pasó un tiempo antes de que se dispusiera a revisar que había quedado; pocas cosas sobrevivieron, el amor por su hijo y la incondicional compañía y contención de su noble hombre; pero un pequeño centro había sido despertado, un sol había nacido en su plexo, pequeño aún, pero con un perfume que no podía ser olvidado.
Guardó los recuerdos de su Madre y junto con ellos el libro que le fuera entregado, como un mapa que, todavía, debía ser descifrado. Pero el dolor por la pérdida persistía, su alma lo guardaba como recordatorio que le permitía no caer en nuevas ilusiones y en ese desierto se llenó de hastío.
Al poco tiempo conoció a una hermana solar, que también estaba en su propio proceso de reconocimiento, se identificaron enseguida y se hicieron buenas amigas. Compartieron situaciones humanas, pero cuando se encontraban solas a conversar, sus soles se comunicaban. Fueron una para la otra bondadosos espejos.
Su amiga, que podía ver su hastío, le habló de su Maestro y ella le mostró su libro. Una vez más la sincronicidad de la vida les confirmó su conexión.
La Hija del Sol no siguió al Maestro, porque aunque las unía un mismo destino de reconocerse, cada ser elige su propio camino; porque lo que cada uno ES, es para si mismo el camino, la verdad y la vida, como enseñó el Gran Maestro.
Nuevas vidas llegaron a sus manos, que la llenaron de nuevas obligaciones, nuevas distracciones; pero el hastío permanecía y ahora además había desorden.
Una antigua filosofía, recordada en estos tiempos, llegó a ella; y la sed de conocimiento fue despertada. Venció al hastío y reforzó el sol de su plexo, los destellos de este sol se encargaron de borrar las sombras que se habían instalado a su alrededor. Y en un segundo, de esos que no se pueden medir en el tiempo, recordó su misión. Recordó que debía entregar luz.
Y como cada pequeño gran paso, que damos en el camino de evolución, es reconocido por el universo entero; Su Padre Sol la besó, despertando sus otros centros que comenzaron de a poco a alinearse, trayendo orden a su vida y verdadero calor de hogar a su familia.
Las amigas celebraron.
Todavía quedan cosas por recordar, cosas por aprender y procesos que atravesar; pero sé que cuando los tiempos lleguen y los humanos decidan el futuro de la Nueva tierra, y la naturaleza sea escuchada y viva en armonía con los hombres, Ellas y sus muchos hermanos solares estarán listos; brillarán en su plenitud como verdaderos faros, concientes de sí mismos, cumpliendo su misión.
Ese es mi deseo, Así sea.
Esta es la historia de una de las hijas del sol; que como muchos de sus hermanos, eligió ser enviada al planeta tierra, porque se acercaban los tiempos decisivos para este hermoso mundo y por lo tanto necesitaba mucha luz.
Como todos, apenas atravesó la atmósfera terrestre olvidó su linaje y su misión; precisamente por que su tarea de recordarlo, era parte de esa luz que brindaría.
Nació en una ciudad cerca del océano atlántico, en un hogar común, que le brindaría las circunstancias propicias para su autoreconocimiento.
La única persona que pudo presentir su origen era su Madre; pues desde su gestación sintió que era diferente. Ella la observaba, aún siendo pequeña, tenía cualidades que la asombraban, decía siempre la verdad y era muy valiente desde temprana edad.
Era una hermosa niña con ojos chispeantes y cabellos del color de su estrella.
Amaba el mar, podía sentarse horas a contemplarlo, quizás porque su murmullo le hablaba de aquel continente desaparecido, bajo sus aguas, que alguna vez fuera habitado por antiguos hermanos.
Amaba el sol, el único capaz de curar las heridas de su piel, que reflejaba sus temores y sus angustias; era su fuente de energía.
Por la fuerza de su interior, tuvo una adolescencia explosiva, no reconocía autoridad alguna; por que seres así solo pueden obedecer a su alma, pero todavía faltaban procesos para que llegara ese momento.
Sus padres terrestres que no sabían como educar a un ser con tanta energía, decidieron cruzar el gran río, e instalarse en la ciudad ,que decían tenía buenos aires. A la tierra que posee una de los puntos neurálgicos del planeta; porque nada, escapa a los planes divinos.
En su nueva tierra la Hija del Sol encontró estabilidad en el afuera, pero los conflictos comenzaron a ser mas serios dentro de su propio hogar; simplemente era un paso más para que ella viera las cosas que no le pertenecían. Como el cuento del patito feo que necesita el rechazo para conocer que era un cisne, y tuviera conciencia de serlo.
La Hija del Sol se enamoró de un noble hombre, con firmes valores, sencillo y cálido, que la hizo creer en el amor y en formar un hogar propio.
Su Madre al ver a su hija contenida, tomó una decisión postergada muchas veces y retornó, sola, a su tierra natal.
Ella quedó con el corazón dividido por el gran río, pero no podía impedir que su madre buscara algo de paz.
La Vida, iba formando un gran torbellino a su alrededor, el tiempo pasaba y la Hija del Sol debía reconocer su verdadero linaje; no podía dejar que se perdiera en Maya.
En uno de sus viajes habituales para visitar a su Madre, le fue entregado un libro. Un libro que hablaba de un planeta superior y sus formas de vida. Algunas de sus células solares entendieron el mensaje del libro, pero no era suficiente; Maya la estaba absorbiendo.
Y como esas cosas que uno jamás elegiría con su mente, sino sólo con su alma; su Madre partió de este mundo, de una manera dolorosa para su hija. Y el gran torbellino se convirtió en huracán que no dejó nada en pié. Arrasó con todas sus ilusiones y venció a Maya.
Pasó un tiempo antes de que se dispusiera a revisar que había quedado; pocas cosas sobrevivieron, el amor por su hijo y la incondicional compañía y contención de su noble hombre; pero un pequeño centro había sido despertado, un sol había nacido en su plexo, pequeño aún, pero con un perfume que no podía ser olvidado.
Guardó los recuerdos de su Madre y junto con ellos el libro que le fuera entregado, como un mapa que, todavía, debía ser descifrado. Pero el dolor por la pérdida persistía, su alma lo guardaba como recordatorio que le permitía no caer en nuevas ilusiones y en ese desierto se llenó de hastío.
Al poco tiempo conoció a una hermana solar, que también estaba en su propio proceso de reconocimiento, se identificaron enseguida y se hicieron buenas amigas. Compartieron situaciones humanas, pero cuando se encontraban solas a conversar, sus soles se comunicaban. Fueron una para la otra bondadosos espejos.
Su amiga, que podía ver su hastío, le habló de su Maestro y ella le mostró su libro. Una vez más la sincronicidad de la vida les confirmó su conexión.
La Hija del Sol no siguió al Maestro, porque aunque las unía un mismo destino de reconocerse, cada ser elige su propio camino; porque lo que cada uno ES, es para si mismo el camino, la verdad y la vida, como enseñó el Gran Maestro.
Nuevas vidas llegaron a sus manos, que la llenaron de nuevas obligaciones, nuevas distracciones; pero el hastío permanecía y ahora además había desorden.
Una antigua filosofía, recordada en estos tiempos, llegó a ella; y la sed de conocimiento fue despertada. Venció al hastío y reforzó el sol de su plexo, los destellos de este sol se encargaron de borrar las sombras que se habían instalado a su alrededor. Y en un segundo, de esos que no se pueden medir en el tiempo, recordó su misión. Recordó que debía entregar luz.
Y como cada pequeño gran paso, que damos en el camino de evolución, es reconocido por el universo entero; Su Padre Sol la besó, despertando sus otros centros que comenzaron de a poco a alinearse, trayendo orden a su vida y verdadero calor de hogar a su familia.
Las amigas celebraron.
Todavía quedan cosas por recordar, cosas por aprender y procesos que atravesar; pero sé que cuando los tiempos lleguen y los humanos decidan el futuro de la Nueva tierra, y la naturaleza sea escuchada y viva en armonía con los hombres, Ellas y sus muchos hermanos solares estarán listos; brillarán en su plenitud como verdaderos faros, concientes de sí mismos, cumpliendo su misión.
Ese es mi deseo, Así sea.
EL PRINCIPITO
Desde que dejó el planeta tierra, antes aún del beso de la serpiente amarilla, guardó en su corazón el deseo de volver.
Pero ahora debía partir, él era responsable de su rosa y no podía abandonarla. El viaje de retorno fue rápido y fugaz, fue un viaje sin escalas, directo.
Cuando llegó a su pequeño planeta, todo estaba en orden, como si no hubiera transcurrido el tiempo en su ausencia; pero no todo estaba igual. Se sentó frente a su rosa, esperando recibir algún reproche por su abandono, y en cambio, ella le pidió muy animadamente que le contara todo acerca de su viaje.
El Principito, que era todo un caballero, le dijo que primero quería saber cómo se sentía ella, como había estado en ese tiempo que estuvo sola.
Pero la Flor había crecido realmente, había dejado de lado su particular orgullo, y había tomado conciencia de su amor por él; entonces sólo dijo que lo había extrañado pero que se encontraba muy bien, y volvió a pedirle que le relatara su aventura.
El hombre- niño, de cabellos dorados, comenzó su relato, le habló de todos los seres extraños que se había cruzado en los planetas pequeños y también le habló de un enorme y hermoso planeta, al que llamaban Tierra. Cuando hablaba de las cosas que había vivido allí, sus ojos se iluminaban, recordando su inmensidad, la diversidad de los seres que la habitaban, los amigos que había conocido. También le habló de cómo el viaje le había servido, para comprender su amor por ella, y lo especial que era en su corazón.
Después le mostró el cordero que había traído, para que comiera los brotes de baobabs; y también le mostró la caja y el bozal, para que no tuviera miedo de él.
Pero ella ya no temía por su vida, lo escuchaba con tanta atención sin interrumpirlo, y estaba feliz;
Feliz por volver a verlo, por volver a escucharlo y por seguir siendo tan importante para él.
Entonces la Rosa le preguntó si le gustaría regresar a ese planeta tan grande, en el que había estado. El rostro del príncipe volvió a iluminarse, le contestó que sería fantástico, que podrían hacer el viaje juntos esta vez, y así podría enseñarle todo lo que había visto, y recorrer muchos otros lugares que no conocía todavía.
Ella contestó que con gusto lo acompañaría, pero que ahora debían descansar y mañana seguirían hablando.
A la mañana siguiente, el Principito, cumplió con sus deberes de todos los días, sólo que los disfrutó especialmente, como algo nuevo, como algo único.
Cuando fue a sacar el globo de su Rosa, notó que tres pétalos se le habían desprendido, entonces le preguntó que estaba pasando. Pero ella estaba muy tranquila, y le dijo que era algo natural, que era su renovación, y que hasta se sentía más liviana, y sin darle mayor importancia lo animó a que programara el viaje.
Decidieron que el cordero se quedaría, así mantendría el planeta limpio, hasta cuando volvieran, y entre risas y planes pasó otro día.
Un nuevo día comenzaba, y cuando el Principito fue a saludar a su flor, notó que nuevos pétalos se habían desprendido de ella, y realmente se preocupó.
Entonces ella le explicó, que estaba cambiando de estado, precisamente para poder acompañarlo, que en su centro estaba lo más importante, sus semillas; que él podría llevar y plantar en todos los lugares que iba a recorrer, y así ella podría acompañarlo siempre. Estas semillas contenían todo lo que ella había aprendido del amor, eran rosas sin espinas . Y antes de ir a dormir le dijo: “Esta noche terminará el proceso, parecerá como que he muerto, pero tu sabes que no es así “
Cuando el Principito despertó, vio el resto de los pétalos en el suelo, y en el tallo, sólo había como un pequeño corazón, repleto de semillas; lo cortó y lo guardó en su pecho cerca de su corazón.
El pequeño hombre sacó el bozal de su cordero, y se trepó a una estrella fugaz, que casualmente pasaba por su cielo.
La estrella lo llevó directo a Venus, y el Principito se sentó a mirar la Tierra.
Estaba en el planeta del Amor, y esa atmósfera lo abrazó y lo contuvo, para que pudiera decidir sin apuros dónde descender.
Eligió un continente con mucho verde, que estaba bañado por una mar magníficamente azul, porque nunca había vivido en un lugar tan bello.
Eligió un país, donde la familia era valorada y sus habitantes cálidos, porque eran cosas que ansiaba vivir.
Se tomó un tiempo especial, para elegir a su familia; hasta que la encontró.
Encontró una que le resultó muy especial, sus seres formaban un circulo que le recordaba a su planeta, porque todo estaba intercomunicado, interrelacionado; y era un círculo que siempre estaba abierto para recibir a un nuevo integrante. Ellos guardaban un amoroso respeto y nostalgia por su tierra de origen, que quedaba al otro lado del océano, como él.
El hombre que sería su padre, tenía la fortaleza de los baobabs.
La mujer que sería su madre, le recordaba definitivamente a su Rosa, por su gracia y belleza.
La niña que sería su hermana, le evocó la bandada de pájaros silvestres que lo asistieron, para viajar hace un tiempo atrás; y pensó que sería muy bueno tener siempre cerca a alguien así, que lo ayudara a levantar vuelo y que le enseñara a perder la gravedad, cuando lo necesitara.
Esta familia especial también tenía, tres volcanes, como los de su planeta, uno grande y dos más pequeños; de esos que dan calor, calor de hogar.
Entonces se preguntó que podría él ofrecer, a una familia tan especial, y pensó en sus semillas.
El principito estaba listo para su gran aventura, a partir de ahora sólo sería un niño, un niño humano. Se despojó de todo, sólo conservó las semillas en el centro de su alma; descendió y olvidó. Venus lo despidió con una lluvia de polvo de estrellas.
El niño dorado, trajo una felicidad de otro planeta, y su alma sembró.
El joven dorado, deslumbró con su belleza y cautivó con la bondad de su corazón, y su alma sembró.
El Hombre dorado, aprendió la sabiduría de los humanos, y su alma sembró.
El Hombre dorado, hoy tiene el mundo a sus pies, pero en sus ojos puede verse la nostalgia, nostalgia de su planeta, de su inocencia y sobre todo nostalgia por su Rosa.
Llegará el día en que recuerde su propia sabiduría, la que aprendió en sus viajes, la que aprendió con su Rosa, El Principito será Rey de su planeta, de su mente y de sus emociones; entonces, dejará de mirar el cielo en busca de bandadas de pájaros silvestres; porque podrá ver como florecieron todas las semillas que sembró.
Verá sus Rosas, que no son como las de la Tierra, son especiales. Porque son Rosas que poseen conciencia del amor, de ese que nos hace especiales, y diferentes a todos los demás; que no nos condiciona, que vence al orgullo, que da lo mejor de sí mismo; que nos hace ver con el corazón lo esencial, lo que es invisible a los ojos.
Sabrá que la inocencia que se nos va, gota a gota, como evaporándose, en su partida siempre tiene algo para dejarnos, que si podemos verlo, entenderemos porque nos deja; que crecer es necesario para que nuestra conciencia abrace el universo, y que en realidad ella sólo se esconde en el centro de nuestra alma, hasta que podamos reencontrarla.
Podrá ver que todo lo que desea dar, en realidad ya lo ha dado; porque más allá de lo que su corazón ofrece con noble intención, está lo que de él emana; lo que irradia, el brillo de su pureza.
Entonces sabrá que está en casa, y que no está solo, y dejará de volar.
Su risa volverá a ser como cascabeles, y estará feliz de haber hecho este viaje.
Entonces se sentará para ver amaneceres.
Y todos los que esperamos por años su regreso, podremos escribirle al aviador, donde sea que se encuentre, para contarle que El Principito ha vuelto.
Pero ahora debía partir, él era responsable de su rosa y no podía abandonarla. El viaje de retorno fue rápido y fugaz, fue un viaje sin escalas, directo.
Cuando llegó a su pequeño planeta, todo estaba en orden, como si no hubiera transcurrido el tiempo en su ausencia; pero no todo estaba igual. Se sentó frente a su rosa, esperando recibir algún reproche por su abandono, y en cambio, ella le pidió muy animadamente que le contara todo acerca de su viaje.
El Principito, que era todo un caballero, le dijo que primero quería saber cómo se sentía ella, como había estado en ese tiempo que estuvo sola.
Pero la Flor había crecido realmente, había dejado de lado su particular orgullo, y había tomado conciencia de su amor por él; entonces sólo dijo que lo había extrañado pero que se encontraba muy bien, y volvió a pedirle que le relatara su aventura.
El hombre- niño, de cabellos dorados, comenzó su relato, le habló de todos los seres extraños que se había cruzado en los planetas pequeños y también le habló de un enorme y hermoso planeta, al que llamaban Tierra. Cuando hablaba de las cosas que había vivido allí, sus ojos se iluminaban, recordando su inmensidad, la diversidad de los seres que la habitaban, los amigos que había conocido. También le habló de cómo el viaje le había servido, para comprender su amor por ella, y lo especial que era en su corazón.
Después le mostró el cordero que había traído, para que comiera los brotes de baobabs; y también le mostró la caja y el bozal, para que no tuviera miedo de él.
Pero ella ya no temía por su vida, lo escuchaba con tanta atención sin interrumpirlo, y estaba feliz;
Feliz por volver a verlo, por volver a escucharlo y por seguir siendo tan importante para él.
Entonces la Rosa le preguntó si le gustaría regresar a ese planeta tan grande, en el que había estado. El rostro del príncipe volvió a iluminarse, le contestó que sería fantástico, que podrían hacer el viaje juntos esta vez, y así podría enseñarle todo lo que había visto, y recorrer muchos otros lugares que no conocía todavía.
Ella contestó que con gusto lo acompañaría, pero que ahora debían descansar y mañana seguirían hablando.
A la mañana siguiente, el Principito, cumplió con sus deberes de todos los días, sólo que los disfrutó especialmente, como algo nuevo, como algo único.
Cuando fue a sacar el globo de su Rosa, notó que tres pétalos se le habían desprendido, entonces le preguntó que estaba pasando. Pero ella estaba muy tranquila, y le dijo que era algo natural, que era su renovación, y que hasta se sentía más liviana, y sin darle mayor importancia lo animó a que programara el viaje.
Decidieron que el cordero se quedaría, así mantendría el planeta limpio, hasta cuando volvieran, y entre risas y planes pasó otro día.
Un nuevo día comenzaba, y cuando el Principito fue a saludar a su flor, notó que nuevos pétalos se habían desprendido de ella, y realmente se preocupó.
Entonces ella le explicó, que estaba cambiando de estado, precisamente para poder acompañarlo, que en su centro estaba lo más importante, sus semillas; que él podría llevar y plantar en todos los lugares que iba a recorrer, y así ella podría acompañarlo siempre. Estas semillas contenían todo lo que ella había aprendido del amor, eran rosas sin espinas . Y antes de ir a dormir le dijo: “Esta noche terminará el proceso, parecerá como que he muerto, pero tu sabes que no es así “
Cuando el Principito despertó, vio el resto de los pétalos en el suelo, y en el tallo, sólo había como un pequeño corazón, repleto de semillas; lo cortó y lo guardó en su pecho cerca de su corazón.
El pequeño hombre sacó el bozal de su cordero, y se trepó a una estrella fugaz, que casualmente pasaba por su cielo.
La estrella lo llevó directo a Venus, y el Principito se sentó a mirar la Tierra.
Estaba en el planeta del Amor, y esa atmósfera lo abrazó y lo contuvo, para que pudiera decidir sin apuros dónde descender.
Eligió un continente con mucho verde, que estaba bañado por una mar magníficamente azul, porque nunca había vivido en un lugar tan bello.
Eligió un país, donde la familia era valorada y sus habitantes cálidos, porque eran cosas que ansiaba vivir.
Se tomó un tiempo especial, para elegir a su familia; hasta que la encontró.
Encontró una que le resultó muy especial, sus seres formaban un circulo que le recordaba a su planeta, porque todo estaba intercomunicado, interrelacionado; y era un círculo que siempre estaba abierto para recibir a un nuevo integrante. Ellos guardaban un amoroso respeto y nostalgia por su tierra de origen, que quedaba al otro lado del océano, como él.
El hombre que sería su padre, tenía la fortaleza de los baobabs.
La mujer que sería su madre, le recordaba definitivamente a su Rosa, por su gracia y belleza.
La niña que sería su hermana, le evocó la bandada de pájaros silvestres que lo asistieron, para viajar hace un tiempo atrás; y pensó que sería muy bueno tener siempre cerca a alguien así, que lo ayudara a levantar vuelo y que le enseñara a perder la gravedad, cuando lo necesitara.
Esta familia especial también tenía, tres volcanes, como los de su planeta, uno grande y dos más pequeños; de esos que dan calor, calor de hogar.
Entonces se preguntó que podría él ofrecer, a una familia tan especial, y pensó en sus semillas.
El principito estaba listo para su gran aventura, a partir de ahora sólo sería un niño, un niño humano. Se despojó de todo, sólo conservó las semillas en el centro de su alma; descendió y olvidó. Venus lo despidió con una lluvia de polvo de estrellas.
El niño dorado, trajo una felicidad de otro planeta, y su alma sembró.
El joven dorado, deslumbró con su belleza y cautivó con la bondad de su corazón, y su alma sembró.
El Hombre dorado, aprendió la sabiduría de los humanos, y su alma sembró.
El Hombre dorado, hoy tiene el mundo a sus pies, pero en sus ojos puede verse la nostalgia, nostalgia de su planeta, de su inocencia y sobre todo nostalgia por su Rosa.
Llegará el día en que recuerde su propia sabiduría, la que aprendió en sus viajes, la que aprendió con su Rosa, El Principito será Rey de su planeta, de su mente y de sus emociones; entonces, dejará de mirar el cielo en busca de bandadas de pájaros silvestres; porque podrá ver como florecieron todas las semillas que sembró.
Verá sus Rosas, que no son como las de la Tierra, son especiales. Porque son Rosas que poseen conciencia del amor, de ese que nos hace especiales, y diferentes a todos los demás; que no nos condiciona, que vence al orgullo, que da lo mejor de sí mismo; que nos hace ver con el corazón lo esencial, lo que es invisible a los ojos.
Sabrá que la inocencia que se nos va, gota a gota, como evaporándose, en su partida siempre tiene algo para dejarnos, que si podemos verlo, entenderemos porque nos deja; que crecer es necesario para que nuestra conciencia abrace el universo, y que en realidad ella sólo se esconde en el centro de nuestra alma, hasta que podamos reencontrarla.
Podrá ver que todo lo que desea dar, en realidad ya lo ha dado; porque más allá de lo que su corazón ofrece con noble intención, está lo que de él emana; lo que irradia, el brillo de su pureza.
Entonces sabrá que está en casa, y que no está solo, y dejará de volar.
Su risa volverá a ser como cascabeles, y estará feliz de haber hecho este viaje.
Entonces se sentará para ver amaneceres.
Y todos los que esperamos por años su regreso, podremos escribirle al aviador, donde sea que se encuentre, para contarle que El Principito ha vuelto.
sábado, 1 de noviembre de 2008
habitantes de dos Mundos
HABITANTES DE DOS MUNDOS
El y Ella nacieron, como todos los que nacen, en la tierra de Maya; la tierra de la gran Ilusión.
Crecieron y se buscaron, sufrieron y se buscaron, empezaron a aprender y se encontraron.
Los dos habían escuchado, la vieja leyenda de la otra tierra, la leyenda de Shambala; la tierra de la Libertad.
Pero era tan solo eso aún, una leyenda, apenas pronunciada, en algunos libros, en algunos sueños.
La unión de sus corazones era profunda, pero las leyes de Maya atentaban contra su amor, y para protegerlo y protegerse ellos mismos; decidieron un día emprender el viaje y comprobar si la otra tierra existía en realidad. Si podían formar parte de esa realidad.
No fue fácil tomar la decisión de comenzar el viaje, el solo hecho de preparar el equipaje, indicaba que había cosas que habría que dejar atrás; de igual manera estaban decididos a realizarlo, y comenzaron a hacerlo.
Se escucharon las primeras advertencias del resto de los habitantes, de sus compatriotas, que les insinuaban, que muchos fallaban en su búsqueda, que era un camino difícil y largo, que los desiertos que había que atravesar quemaban todo lo humano que existiera dentro de ellos; que muchos se perdían en los senderos y nunca la encontraban.
Pero se sentían fuertes en su amor y ya era algo inevitable para ellos, el empezar a caminar.
Cuando apenas habían dado los primeros pasos, tuvieron la primer prueba, la primera de muchas que se sucederían en el tiempo; pero como toda prueba guarda su divina posibilidad, ellos solo vieron eso, la posibilidad divina.
Ella estaba encinta.
Esto representaba muchas cosas, algunas pudieron verlas enseguida y otras tardarían años en traducirlas.
Una nueva vida había sido enviada a sus manos, lo primero que vieron era la bendición que esto traía, y eso fue felicidad humana que los hizo brillar; pero también comprendieron que debían preparase para recibir a este nuevo ser, y eso era un deseo profundo de sus corazones. El pedido fue escuchado por los moradores de la otra tierra, y se acercó a ellos un verdadero embajador de aquel lugar.
El y Ella conocieron a su Maestro. Lo reconocieron sin entenderlo todavía. Pero desde ese momento, supieron que su sueño de salir de Maya se cumpliría algún día, y entregaron sus vidas a la plenitud de su mirada.
Aprendieron que el viaje que debían realizar era interno, en primer lugar; que se encontraban en el correcto lugar, que donde estaban era donde empezarían aprender.
El Maestro les habló de la planificación de la existencia, de los ángeles del destino y de la oportunidad que tenían al estar tan cerca de estas realidades. La dulce espera los llenó de paz y de esperanza.
Una niña del sol llegó a sus brazos, y llenó de calor su hogar humano. La energía de la nueva vida regeneró las suyas y vivieron un tiempo de elevación, olvidando las leyes de Maya, creyendo no necesitarlas.
Pero Maya es una madre cruel, que pone a prueba cada decisión que tomamos, y la pequeña familia perdió su independencia económica. Ellos deberían darle el justo valor al dinero, administrar correctamente la energía que representa y con esta lección actualizarían también su pasado kármico. La prueba era grande pero era acorde a su compromiso.
Y no estaban solos, como nunca lo estamos, había seres con sus mismas ansias de libertad que los ayudaron a comprender, seres que compartían su búsqueda; gracias a ellos conocieron el verdadero sentido de la amistad, la amistad de almas que comparten un camino sagrado, que comparten un estigma invisible, que se reconoce en la alegría del reencuentro.
En muy poco tiempo recibieron su segunda bendición, un nuevo ser llegaría a sus vidas, y a pesar de sus temores, no perdieron la calma; como empezando, poco a poco, a caminar sobre las aguas. Todavía contaban con el amparo de su maestro, al que veían frecuentemente, y esto los alimentaba y los sostenía.
Una hermosa niña venusina llegó al hogar, con el brillo de sus ojos les habló de la inocencia. Fueron una familia, humanamente feliz.
La pareja estaba lista para su próxima lección, una que no se esperaban, ajustar su amor y su unión a las leyes de la otra tierra.
Sus corazones conocieron el dolor de perderse en el abismo, para volver e reencontrarse.
Ella espero al borde, contemplando como El se perdía en la oscuridad, temiendo que no encontrara el camino de retorno; pero El era un guerrero y emprendió el descenso con su recuerdo en el alma; Cada una debería vivir cosas diferentes esta vez.
A pesar de la distancia, estaban juntos en el amparo de su Maestro. Él les habló del Amor Mágico, del amor que vence la muerte, la muerte de los egos. Les habló de las bodas internas, de los regalos que intercambian los amantes en cada reencuentro, les habló de su pasado y de su futuro, y celebró por ellos, como sabiendo el desenlace de su historia; algo que ellos todavía no conocían.
El regresó, con su corazón marcado a fuego, su mirada había cambiado, había huellas del dolor que había vivido, pero en su sonrisa mas dulce aún, se podía ver que su alma se había alineado con su destino; pero estas cosas serían para traducir más adelante, en ese momento sólo importaba el reencuentro. El y Ella se abrazaron, como para no soltarse nunca, y se juraron una vez mas, amor eterno.
Su nueva unión, la de sus almas, se abocó a la tarea de educar a sus pequeñas niñas.
Cumplieron con todas las obligaciones que imponía Maya, aunque ya no tuviera poder sobre sus corazones, no quisieron desafiarla nuevamente y decidieron respetar los tiempos terrestres, sin abandonar en su interior el sueño de poder partir cuando estuvieran listos.
En apariencia eran una familia como todas las demás, pero en la intimidad comenzaban hablar en el idioma de la otra tierra, y las niñas se familiarizaban con ambos lenguajes.
De a poco iban llegando a sus manos, textos escritos por antiguos buscadores y Ellos los leían y los asimilaban, sorprendiéndose a veces de que la verdad esté tan al alcance de la mano; y a la vez tan oculta, a los ojos, de quienes aún no pueden comprenderla. Comenzaron a vivir la expansión de sus propias conciencias, compartiendo los datos que iban registrando; de esta manera pudieron empezar a traducir sus vivencias pasadas, como leyendo cartas que la vida iba escribiendo y dejando, para Ellos.
El color de sus auras, fue haciéndose más luminoso pero todavía no estaban listos para predicar, sus canales de expresión fueron dirigidos hacia el arte, de esta manera podían expresar toda la belleza que sus ojos comenzaban a descubrir.
Casi sin percibirlo, su entorno comenzó a aquietarse, a estabilizarse, y sus oídos empezaron a percibir una leve melodía, encantadora; era Maya entonando su arrullo, coma una mágica madre que invita a sus hijos a dormir.
El y ella cayeron en un tibio sueño, como cayendo en su trampa ó quizás, para comunicarle al resto de su ser lo aprendido.
Aún dentro de este tibio adormecerse, podían escuchar la voz del Maestro. Les hablaba desde su lugar habitual, sabiendo que a pesar de ese aparente sueño, algo en ellos permanecía atento a su palabra. La predica del Maestro se tornaba grave en estos días, y les hablaba de tiempos decisivos, de tiempos finales, de juicios y revelaciones.
Y en medio del cálido sueño, otro ser estaba listo para formar parte de sus vidas.
El cuerpo de Ella, había dado asilo a una nueva alma.
Los interrogantes que aparecieron, los sacaron mágicamente del letargo, nuevos compromisos con Maya los hicieron dudar de su pronta partida, pero a pesar de eso, esta nueva bendición venía con una enorme cuota de alegría.
La familia recibió en su seno a una niña venida de Júpiter, sus ojos melancólicos traían la bondad y la nobleza de su planeta.
Los dones que traía fueron entregados a sus padres, y a la vez les marcaron dos caminos diferentes.
Ella recibió la bondad, que volcó en su familia, en sus pequeñas y en su vida misma, tuvo bondad con su pasado y con sus errores, bondad con su humanidad.
Él recibió la nobleza; y fue sincero, primero consigo mismo, y fue en busca de sus mas
Grandes temores y los enfrentó. Pero era un camino solitario.
Ella notaba la distancia, pero a la vez estaba muy ocupada con sus obligaciones de madre; siempre supo que ese viaje llegaría un día y sin tener plena de conciencia de lo que estaba sucediendo, en el fondo de su corazón esperaba.
Cuando se miraban a los ojos era como verse reflejados en un espejo, a veces no gustaban de lo que veían, pero la unión aún era fuerte y estaba intacta; sus almas dialogaban más allá de lo que hicieran sus humanidades.
Y como todo tiene un tiempo, Uno transita entre el espacio interior y el exterior, descubriendo siempre mas inmensidades. Era hora de mirar hacia el universo, y elevar sus miradas. El Maestro partió hacia su tierra de origen, dejando una estela que Ellos deberían seguir.
Él y Ella se conmocionaron con su partida, cada elemento de su ser lo despidió acorde a su naturaleza, sus cuerpos emocionales lloraron a ese Ser tan especial y único, que les había enseñado el Sentido de la Vida; sus mentes cumplieron la tarea de traerles calma, recordándoles que El Maestro no dejaba de existir, y que podrían volver a escucharlo, si sabían encontrar su frecuencia.
Sus almas guardaron un respetuoso silencio de amor, y sus espíritus permanecieron en vela, con sus lámparas encendidas, acompañándolo en su cambio de escenario.
Pero este hecho, a pesar del dolor, sembraba futuro en sus vidas, era un inicio de aconteceres. Como la piedra que cae al estanque, e inicia una onda que, poco a poco, crece hasta abarcarlo todo, tanto la superficie como la profundidad; así, la energía del Maestro, recorrió todos sus centros, comunicándolos; dejándoles como mensaje, como lección, como desafío, vivir desde la unidad de su propio Ser.
Sus almas prometieron, no olvidarlo, que no sería en vano el haberlo conocido, y con esa promesa
resonando en su interior lo dejaron partir, con un hasta luego.
Cuando retornaron a su vida habitual y a su estado de conciencia habitual, la gravedad se había instalado en sus atmósferas. Todo caía por su propio peso, ya no era necesario decidir prácticamente nada. No había indecisión, no había dudas. Los sucesos sólo se precipitaban, a un ritmo que sólo les demandaba atención.
Atención y síntesis, resumían el estado de sus conciencias.
Obediencia y aceptación, el de sus humanidades.
Los lazos que unían a la pequeña familia, se reforzaron en amor y en celebración por la vida.
En ese transcurrir de aconteceres, surgió un viaje a la montaña sagrada, el lugar que encierra uno de los misterios del próximo tiempo. Un lugar donde la leyenda de Shambala es mucho más que eso, es una realidad, que puede sentirse en su atmósfera, si uno está preparado y dispuesto.
Todo se organizó en sus vidas para que nada impidiera el viaje, y partieron despedidos de su mundo e impulsados o absorbidos por otro que aún no conocían.
Viajaron buscando sólo paz para sus corazones, remanso y descanso para sus humanidades e implorando luz para sus almas.
Una vez allí se encontraron con sus amigos del alma, la alegría los iluminó por dentro y por fuera.
La belleza del lugar, la armonía de sonidos, de colores, de composición química del aire, fue el escenario perfecto para el reencuentro de sus almas. Fue como un regalo del Gran Padre y de la Gran Madre, bendiciéndolos. Una vez mas, El y Ella estaban unidos, intercambiando regalos, como tantas veces a través de las edades, renovando votos, con cielo y tierra como testigos.
Una vez más atravesaban el espejo para abrazarse, una vez más danzaban juntos en la luz, sintiéndose tan antiguos y tan jóvenes como las estrellas.
Una vez más, estaban preparados, para enfrentar el destino, para recibir lo que debiera ser; porque habían vuelto a su origen.
Con este sentimiento de integridad y comunión con si mismos, El y Ella, junto a sus amigos del alma, iniciaron el ascenso, a una de las montañas, de aquel maravilloso lugar.
Desde la cima, se podía apreciar la inmensidad, la perfección y la generosidad de la creación.
Sus humanidades oraron, casi como entonando un himno de agradecimiento, un himno dedicado a los habitantes de Shambala, a sus Guías, a sus protectores, a su Maestro, a sus Hermanos Mayores.
Mágicamente recibieron una respuesta a sus plegarias, y pudieron ver el himno de Shambala, era una sinfonía de luces, que los saludaban, los reconocían y les daban la bienvenida.
Frente a sus ojos, en el valle que se extendía en el horizonte, los velos fueron rasgados y se hizo visible la ciudad de Luz, Shambala. Brillaba en todo su esplendor, propagando su energía que llegaba hasta Ellos, transfigurándolos. Sus vestiduras fueron reemplazadas por hermosas túnicas blancas, porque a partir de ese momento, ellos serían transmisores de luz, fuente de esperanza para los buscadores, y podrían ser reconocidos por aquellos que tienen ojos para ver.
El y Ella retornaron a Maya, sabiendo porque. Comprendiendo, la gran Misión que cumple Maya preparando a sus hijos hasta que estén listos para partir, las diferentes e infinitas formas que tiene para prepararlos y formarlos. Entendiendo su infinita compasión, su paciencia y su constancia. Y sobre todas las cosas, su amorosa obediencia al plan divino y sus designios.
El y Ella son hoy Habitantes de dos mundos, aprendiendo y comprendiendo las leyes de ambos; comunicándolos, para que cada uno preste su servicio al otro; Hasta el día en que ambos sean Uno, tanto dentro como fuera de Ellos.
viernes, 31 de octubre de 2008
Las Presencias
Hay tre Seres que habitan en los confines de mi bosque.
Siempre han estado a mi lado, más nunca conmigo.
Tardé mucho en aprender a relacionarme con ellos, siempre distantes, aunque nunca ausentes.
Su aprente distancia, nuestras aparentes diferencias, hicieron llorar a mi corazón, que bañó este suelo y dió origen a la vida en mi bosque.
Yo pedía figuras humanas que compartieran mi vida.
Ellos en cambio, representaron presencias eternas, para que me acompañaran en mi existencia.
La vida los puso fuera del alcance de mi mano, para verlos mejor a la distancia, para que no los aprisionara en el amor fraterno.
Mi soledad me dio libertad.
Hoy que mi bosque esta lleno de vida, alzo mi mirada y puedo verlos, a cada uno, en el lugar que decidieron permanecer tratando de comprender sus vidas, lejos de mí.
Pero, cuando nuestros ojos se encuentran, sabemos, que las distancias y las diferencias, son ilusorias.
En los picos nevados, que se elevan en el horizonte, habitaba el guerrero de la orden del temple.
Su figura fue clave en mi vida. Su sombra me amparó desde mi infancia. Y hoy, permanezco bajo el amparo de su alma.
Con sus particularidades templó mi vida, con su dolor templó mi corazón y con su silencio templó mi mente.
Cuando estuve lista y madura, me llamó desde la cumbre con un perfume de jazmín salvaje. Yo abandoné mi bosque para ir a su encuentro, dejando atrás mis duendes, mi rey, todo lo que conformaba mi identidad.
Fui sola.
El me llamaba, para que fuera testigo de un momento único y maravilloso.
El guerrero había cumplido su tiempo de servicio en la orden y se iniciaba como caballero celeste.
Ya no habría lugar físico donde habitaría, su ermita sería derrumbada.
Pero a partir de ahora, podría encontrarlo cada vez que mi corazón lo convocara.
Ahora sí, habitaría mi bosque.
Su presencia se había transformado, en mi guardián etérico. Y sé, que mi protección, no podría jamás estar en mejores manos .
Fuera de mi bosque, al pié de las montañas, hay un pequeño palacio.
En él vive la Reina eterna de la primavera.
Su lugar está rodeado de frondosos rosales, con agudas espinas, haciéndolo casi impenetrable.
Es una belleza que puedo contemplar solo a la distancia, admirar su colorido, disfrutar su perfume.
Para poder ver a la Reina, debo esperar, esos mágicos momentos en los que ella decide salir.
Todavía puede verse en su rostro, la hermosura que la cubrió en su juventud. Sus ojos aún conservan el brillo de dos esmeraldas. Su femineidad está intacta.
Me recuerdo siendo niña, admirando su belleza; su sonrisa podía iluminar y alejar, como un conjuro, todos mis temores.
A través de los años, yo permanecí en esa misma postura. Mirando su reflejo en el espejo. Admirándola pero también, juzgándola. Creyéndola tan diferente a mí.
Hoy agradezco, que la maravillosa Gran Madre, que me acompañó toda mi vida; sosteniéndome en mis momentos de angustia y poniéndome en puntitas de pié en mis momentos de paz; pueda mirarme a través de sus ojos.
Por que puedo ver, que su belleza, es aún mas grande que la de su apariencia.
Por último, en la montaña más árida, que puedo divisar desde mi verde pradera, esa que no admite ni un arbusto, guarda en sus entrañas una gran caverna.
Tiene una apariencia oscura y sombría, desde lejos.
Pues su verdadera belleza, reside en su interior.
Porque sus paredes son de cuarzo y amatista, basta con que penetre un pequeño rayo de sol, para que todo brille.
En esta oculta joya, vive la madre de todos los pájaros.
Vive solitaria como el águila, y posee el corazón sensible de un colibrí, temeroso y huidizo.
Con ella compartimos un origen, ambas llevamos marcado a fuego, el símbolo de ave fénix.
A muy corta edad pasamos por una muerte, la de los lazos de la sangre. La vida nos llevó de la mano en un cambio de escenario, y nos enseñó a construir otros lazos, tejidos con hilos de oro, Eternos.
Nuestras vidas, corren siempre en paralelo, con la esperanza de que, alguna vez, se encuentren, como ese punto ilusorio, en el horizonte.
Las dos, hemos vivido, distintas muertes, después de la primera. Cada una nos ha hecho crecer, y con lo que sobrevivía, con lo más exquisito que quedaba, construimos nuestros hábitat.
Yo, a veces, escalo la empinada montaña, y me siento en la entrada de su caverna. Para verla, entre el maravilloso juego de luces, y reflejos, que produce la luz. Y cada vez, que la encuentro, a Ella, atravesando el laberinto de brillos, desciendo con un pequeño regalo. Siempre me regala, algún trozo de sus piedras preciosas, con las que adorno, mi pequeño jardín.
Algunas veces, la madre de los pájaros, surca los cielos de mi bosque. Usa diferentes trajes, según su estado de animo. Así, puedo adivinar, como se siente.
Cuando toma forma de cuervo, con sus alas negras y sus graznidos desarmónicos, me doy cuenta que se siente muy triste. Cuando toma forma, de golondrina viajera, me doy cuenta que se siente con esperanza.
Algún día, encontrará su verdadero plumaje, y será único y exquisito, como el del ave del paraíso. Porque, tendrá todos los colores, tendrá la suma de sus vivencias, expresadas en color.
Ese día, no será necesario, para mí, que habite este bosque. Porque, podré escuchar su canto, desde cualquier lugar , donde estemos.
Habremos trascendido, los espacios físicos y seguiremos unidas. Viviendo, nuestra verdadera hermandad.
Así conviven, las presencias en mi bosque.
Ayudándome, a recapitular mi pasado. Y mezclando germen de futuro en mi vida.
Por eso son tan especiales. Porque Ellos han aceptado, encarnar mis dificultades, y mis posibilidades; para que pueda verlas.
Y eso sólo puede acontecer, cuando existe un compromiso de amor entre las almas.
Pero, cuando nuestros ojos se encuentran, sabemos, que las distancias y las diferencias, son ilusorias.
En los picos nevados, que se elevan en el horizonte, habitaba el guerrero de la orden del temple.
Su figura fue clave en mi vida. Su sombra me amparó desde mi infancia. Y hoy, permanezco bajo el amparo de su alma.
Con sus particularidades templó mi vida, con su dolor templó mi corazón y con su silencio templó mi mente.
Cuando estuve lista y madura, me llamó desde la cumbre con un perfume de jazmín salvaje. Yo abandoné mi bosque para ir a su encuentro, dejando atrás mis duendes, mi rey, todo lo que conformaba mi identidad.
Fui sola.
El me llamaba, para que fuera testigo de un momento único y maravilloso.
El guerrero había cumplido su tiempo de servicio en la orden y se iniciaba como caballero celeste.
Ya no habría lugar físico donde habitaría, su ermita sería derrumbada.
Pero a partir de ahora, podría encontrarlo cada vez que mi corazón lo convocara.
Ahora sí, habitaría mi bosque.
Su presencia se había transformado, en mi guardián etérico. Y sé, que mi protección, no podría jamás estar en mejores manos .
Fuera de mi bosque, al pié de las montañas, hay un pequeño palacio.
En él vive la Reina eterna de la primavera.
Su lugar está rodeado de frondosos rosales, con agudas espinas, haciéndolo casi impenetrable.
Es una belleza que puedo contemplar solo a la distancia, admirar su colorido, disfrutar su perfume.
Para poder ver a la Reina, debo esperar, esos mágicos momentos en los que ella decide salir.
Todavía puede verse en su rostro, la hermosura que la cubrió en su juventud. Sus ojos aún conservan el brillo de dos esmeraldas. Su femineidad está intacta.
Me recuerdo siendo niña, admirando su belleza; su sonrisa podía iluminar y alejar, como un conjuro, todos mis temores.
A través de los años, yo permanecí en esa misma postura. Mirando su reflejo en el espejo. Admirándola pero también, juzgándola. Creyéndola tan diferente a mí.
Hoy agradezco, que la maravillosa Gran Madre, que me acompañó toda mi vida; sosteniéndome en mis momentos de angustia y poniéndome en puntitas de pié en mis momentos de paz; pueda mirarme a través de sus ojos.
Por que puedo ver, que su belleza, es aún mas grande que la de su apariencia.
Por último, en la montaña más árida, que puedo divisar desde mi verde pradera, esa que no admite ni un arbusto, guarda en sus entrañas una gran caverna.
Tiene una apariencia oscura y sombría, desde lejos.
Pues su verdadera belleza, reside en su interior.
Porque sus paredes son de cuarzo y amatista, basta con que penetre un pequeño rayo de sol, para que todo brille.
En esta oculta joya, vive la madre de todos los pájaros.
Vive solitaria como el águila, y posee el corazón sensible de un colibrí, temeroso y huidizo.
Con ella compartimos un origen, ambas llevamos marcado a fuego, el símbolo de ave fénix.
A muy corta edad pasamos por una muerte, la de los lazos de la sangre. La vida nos llevó de la mano en un cambio de escenario, y nos enseñó a construir otros lazos, tejidos con hilos de oro, Eternos.
Nuestras vidas, corren siempre en paralelo, con la esperanza de que, alguna vez, se encuentren, como ese punto ilusorio, en el horizonte.
Las dos, hemos vivido, distintas muertes, después de la primera. Cada una nos ha hecho crecer, y con lo que sobrevivía, con lo más exquisito que quedaba, construimos nuestros hábitat.
Yo, a veces, escalo la empinada montaña, y me siento en la entrada de su caverna. Para verla, entre el maravilloso juego de luces, y reflejos, que produce la luz. Y cada vez, que la encuentro, a Ella, atravesando el laberinto de brillos, desciendo con un pequeño regalo. Siempre me regala, algún trozo de sus piedras preciosas, con las que adorno, mi pequeño jardín.
Algunas veces, la madre de los pájaros, surca los cielos de mi bosque. Usa diferentes trajes, según su estado de animo. Así, puedo adivinar, como se siente.
Cuando toma forma de cuervo, con sus alas negras y sus graznidos desarmónicos, me doy cuenta que se siente muy triste. Cuando toma forma, de golondrina viajera, me doy cuenta que se siente con esperanza.
Algún día, encontrará su verdadero plumaje, y será único y exquisito, como el del ave del paraíso. Porque, tendrá todos los colores, tendrá la suma de sus vivencias, expresadas en color.
Ese día, no será necesario, para mí, que habite este bosque. Porque, podré escuchar su canto, desde cualquier lugar , donde estemos.
Habremos trascendido, los espacios físicos y seguiremos unidas. Viviendo, nuestra verdadera hermandad.
Así conviven, las presencias en mi bosque.
Ayudándome, a recapitular mi pasado. Y mezclando germen de futuro en mi vida.
Por eso son tan especiales. Porque Ellos han aceptado, encarnar mis dificultades, y mis posibilidades; para que pueda verlas.
Y eso sólo puede acontecer, cuando existe un compromiso de amor entre las almas.
La Dama de Fuego
LA DAMA DE FUEGO.
Quién podrá desposar, a la dama de fuego?
Su ígnea belleza, seduce y encandila, sólo a la distancia.
Nada sobrevive al calor de sus llamas, ni siquiera sus sueños, ni siquiera su ilusión.
Sus explosiones solares, crean desiertos, que debe transitar.
Renaciendo una y otra vez de sus propias cenizas.
Pero la combustión, vuelve a renacer, también. Y ella queda, una vez más, atrapada entre sus paredes de fuego.
La dama, intenta comprender el proceso. Pero, como luchar contra su naturaleza solar?
Ella aún desconoce, a quien está templándola, cual espada sagrada.
Aquel que la protege, de posibles desvíos. Y que la ha acompañado siempre, hasta en su más terrible soledad.
Porque ella también cae en el hechizo, de sus propias llamas.
La dama de fuego, alzará su mirada un día, y podrá ver, a su Ángel Solar. Y cuando se fundan y sean uno, se encontrará con su destino.
Comprenderá que el aspecto superior del fuego, es la luz.
La luz que revela, que vence definitivamente, las sombras del valle del ilusión.
La luz que habita en esa dimensión, que se le presenta en sueños, y llena de paz su corazón.
Cuando la dama alce su mirada, comenzará a construir ese puente que la unirá con su hogar. Y sus pies hollaran el sendero, una vez más.
Sus ojos podrán ver, el hilo de luz, que la comunica y la alimenta, el sutrama, que une a su Ángel Solar con sus tres cuerpos inferiores.
Sabrá que sus cuerpos inferiores, son los causantes, del círculo de fuego que la circunda, y comenzará a distinguirlos.
Esto será el principio del fin, de la combustión.
Comprenderá que, lo único que la genera, es lo que no le pertenece. Y entonces verá que, las explosiones que sufre, en realidad la protegen. Porque desintegran los obstáculos y alivianan su equipaje. Incineran lo que no es autentico, en ella, y en su entorno.
Podrá ver, que cada cuerpo, produce un fuego en particular, que ella podrá comprender y sabrá como utilizarlos, en su más alta expresión.
Cada uno debe responder a su creador, y alinearse a él. Recordar y expresar, su naturaleza.
En este mirar, provocará el fuego interior, que purificará sus centros; preparando el templo para su señor.
Su cuerpo físico, heredero de todos sus olvidos, será el altar, donde se oficien, las bodas de la dama de fuego.
Comprenderá, que ése, es su sagrado destino.
El motivo para lo cual, fue creado. Con los componentes de todos los reinos, y con la sabiduría de millones de años de evolución.
Que cada célula que lo compone, está cargada con su historia, que espera por ella como fiel sirviente.
Su cuerpo emocional, es el que le permitirá sentir, el Amor mas grande, jamás imaginado.
Los vaivenes que hoy vive, sólo sirven para flexibilizarlo, para expandirlo y sutilizarlo.
Su sensibilidad, le permitirá ver y relacionarse, con la vida de todo lo que vive.
Su cuerpo mental, será el último bastión, a ser conquistado.
La dama de fuego, deberá reinar aquí. Traer orden y calma, para poder registrar el cambio producido, en sus otros cuerpos. Ella deberá entregarle sus perlas, que son la síntesis de sus milenios.
Porque su cuerpo mental, podrá también cumplir su misión, de receptor y comunicador de la verdad.
Dejará de interpretar, y comenzará a reflejar.
Cuando la dama de fuego, gobierne sus cuerpos y se exprese a través de ellos, estará lista para ser desposada.
El cáliz estará pronto, para recibir la vida nueva.
Su Ángel Solar podrá descender, y cumplir su propósito, destinado desde el inicio de los tiempos.
Entonces, ocurrirá el milagro.
Cada ser, en todos los planos de existencia, verá la gloria, de una Hija de Dios, caminando sobre la faz de la tierra.
Quién podrá desposar, a la dama de fuego?
Su ígnea belleza, seduce y encandila, sólo a la distancia.
Nada sobrevive al calor de sus llamas, ni siquiera sus sueños, ni siquiera su ilusión.
Sus explosiones solares, crean desiertos, que debe transitar.
Renaciendo una y otra vez de sus propias cenizas.
Pero la combustión, vuelve a renacer, también. Y ella queda, una vez más, atrapada entre sus paredes de fuego.
La dama, intenta comprender el proceso. Pero, como luchar contra su naturaleza solar?
Ella aún desconoce, a quien está templándola, cual espada sagrada.
Aquel que la protege, de posibles desvíos. Y que la ha acompañado siempre, hasta en su más terrible soledad.
Porque ella también cae en el hechizo, de sus propias llamas.
La dama de fuego, alzará su mirada un día, y podrá ver, a su Ángel Solar. Y cuando se fundan y sean uno, se encontrará con su destino.
Comprenderá que el aspecto superior del fuego, es la luz.
La luz que revela, que vence definitivamente, las sombras del valle del ilusión.
La luz que habita en esa dimensión, que se le presenta en sueños, y llena de paz su corazón.
Cuando la dama alce su mirada, comenzará a construir ese puente que la unirá con su hogar. Y sus pies hollaran el sendero, una vez más.
Sus ojos podrán ver, el hilo de luz, que la comunica y la alimenta, el sutrama, que une a su Ángel Solar con sus tres cuerpos inferiores.
Sabrá que sus cuerpos inferiores, son los causantes, del círculo de fuego que la circunda, y comenzará a distinguirlos.
Esto será el principio del fin, de la combustión.
Comprenderá que, lo único que la genera, es lo que no le pertenece. Y entonces verá que, las explosiones que sufre, en realidad la protegen. Porque desintegran los obstáculos y alivianan su equipaje. Incineran lo que no es autentico, en ella, y en su entorno.
Podrá ver, que cada cuerpo, produce un fuego en particular, que ella podrá comprender y sabrá como utilizarlos, en su más alta expresión.
Cada uno debe responder a su creador, y alinearse a él. Recordar y expresar, su naturaleza.
En este mirar, provocará el fuego interior, que purificará sus centros; preparando el templo para su señor.
Su cuerpo físico, heredero de todos sus olvidos, será el altar, donde se oficien, las bodas de la dama de fuego.
Comprenderá, que ése, es su sagrado destino.
El motivo para lo cual, fue creado. Con los componentes de todos los reinos, y con la sabiduría de millones de años de evolución.
Que cada célula que lo compone, está cargada con su historia, que espera por ella como fiel sirviente.
Su cuerpo emocional, es el que le permitirá sentir, el Amor mas grande, jamás imaginado.
Los vaivenes que hoy vive, sólo sirven para flexibilizarlo, para expandirlo y sutilizarlo.
Su sensibilidad, le permitirá ver y relacionarse, con la vida de todo lo que vive.
Su cuerpo mental, será el último bastión, a ser conquistado.
La dama de fuego, deberá reinar aquí. Traer orden y calma, para poder registrar el cambio producido, en sus otros cuerpos. Ella deberá entregarle sus perlas, que son la síntesis de sus milenios.
Porque su cuerpo mental, podrá también cumplir su misión, de receptor y comunicador de la verdad.
Dejará de interpretar, y comenzará a reflejar.
Cuando la dama de fuego, gobierne sus cuerpos y se exprese a través de ellos, estará lista para ser desposada.
El cáliz estará pronto, para recibir la vida nueva.
Su Ángel Solar podrá descender, y cumplir su propósito, destinado desde el inicio de los tiempos.
Entonces, ocurrirá el milagro.
Cada ser, en todos los planos de existencia, verá la gloria, de una Hija de Dios, caminando sobre la faz de la tierra.
miércoles, 29 de octubre de 2008
La partida del Guerrero del silencio
Hoy comenzaban los funerales de su padre.
El había sido un guerrero toda su vida, nunca fue condecorado por alguna hazaña en particular; pero jamás fue reprendido por algún error.
Ella siempre había estado orgullosa de ser su hija; veía lo que quizás otros no llegaban a ver de él. Veía su humildad, su obediencia, su bondad, su inocencia, su sentido de perfección; todo oculto detrás de su silencio. Por eso se lo conocía con ese nombre “el guerrero del silencio”.
Amaba en silencio, sufría en silencio y enseñaba en silencio.
Ella siempre caminó junto a él como hechizada por su figura; por su postura grave, seria y serena; esperando esos mágicos momentos en los que mostraba su ternura. Parecía conocer el lenguaje de la naturaleza, dedicaba horas al cuidado de sus rosales y no había semilla o gajo que se resistiera a su mano. Todas las mañanas, antes del amanecer alimentaba a los pájaros silvestres y ellos le regalaban ruidosas mañanas, llenas de trinos.
Sus días parecían ser exactamente iguales, todo a su debido horario, todo en un perfecto orden; que ella observaba pero no comprendía.
Ellos dos mantenían un lenguaje especial; ella decía siempre lo que él no quería oír, preguntaba siempre lo que él no quería contestar; hacía lo contrario de lo que él esperaba de ella. Ella desordenaba y él ponía todo en su lugar nuevamente; casi como un juego.
Y así se comunicaban entre risas y enojos, cada vez mas unidos por sus diferencias, en un intercambio que los nutría.
Los años pasaron y los ojos del guerrero acumularon tristeza, su andar se hizo mas lento y sus horas de soledad mas prolongadas; como si un gran dolor, guardado por años, escondido por años, hubiera llegado hasta sus huesos.
Sobrevino su enfermedad y por la fragilidad de su cuerpo era de esperarse que no duraría mucho tiempo.
Su hija se angustió mucho era algo inesperado, a pesar que había temido este momento desde pequeña, el temor a la despedida, a verlo partir.
Pidió ayuda, a Dios, a la vida; pidió consejos a médicos y a sus amigos del alma; el mensaje que recibió como respuesta fue el mismo, solamente podía acompañarlo.
En ese momento le pareció poco, le pareció nada; pero se dedicó a hacerlo, acompañarlo con la mente, con el corazón ; con el alma.
La enfermedad, muy lentamente, lo fue liberando de sus condicionamientos, de sus prejuicios; como un pasajero que se dispone a realizar un largo viaje y revisa su equipaje, sacando lo que no es necesario.
Lo primero que hizo fue romper el silencio y un día como cualquier otro abrió el cofre de los secretos y habló de su dolor; la herida mas importante de su corazón, la que nunca había cicatrizado, la que recibió en la batalla mas cruel que peleó en su vida.
En ese momento ella temió por él, sabía que su secreto lo había sostenido hasta ahora y se dio cuenta que los tiempos se acelerarían.
Después de la gran confesión, habló mucho, como si algo dentro suyo hubiera sido liberado, cumplido ya su pacto de silencio.
Le habló de su infancia, de sus ancestros, de sus momentos de alegría; mientras compartían infusiones que él preparaba con sumo cuidado y dedicación. Así pasaron muchas tardes; le enseño como debía podar los árboles y como cuidar su jardín, que flores florecían en invierno y cuales en primavera. Ella atesoraba cada palabra como queriendo grabarlas en su mente.
Pero a medida que crecía esta libertad, su cuerpo iba sufriendo el deterioro, como si la energía que siempre había cuidado su buena salud estuviera muy ocupada en otra cosa.
Las heridas que había llevado dentro, ahora florecían en su piel, expulsadas hacia fuera; expuestas como verdaderas medallas, pidiendo oxígeno. Y dejando otra maleta del equipaje su cuerpo dejó de obedecerle.
Ella sentía cada cosa que él iba dejando en el camino y podía ver las que permanecían, las particularidades que siempre había admirado, especialmente su aceptación. El agradecía cada sencilla comida como si fuera un manjar. No había ni un pequeño gesto que no fuera seguido por su agradecimiento. Su rostro estaba iluminado, no había dolor.
Poco a poco su mente se fue despidiendo también, dándole largos ratos de contemplación y en los momentos que retornaba le regalaba una síntesis. La primera fue: Lo efímero de la vida material.
A los pocos días le regalo la segunda: No aprisionar el amor en la forma.
Síntesis que hablaban de su vida, de sus errores y de su aprendizaje; y se las entregaba como una ofrenda.
Después de esto las palabras casi desaparecieron de sus labios, cuando podía pronunciarlas pedía volver al hogar de su infancia, como un deseo de retornar al origen.
Ellos seguían comunicándose con la mirada, cuando ella notaba temor en sus ojos, le tomaba la mano y oraba, oraba con devoción, con amor y el se serenaba otra vez. En los días de intenso calor refrescaba su cuerpo, enjugaba su frente con amor maternal y los ojos del padre le devolvían amor. Ya no necesitaban pelear, ya no necesitaban estar de acuerdo.
Se sentía tan afortunada de haber compartido su vida, de haberlo conocido, de poder acompañarlo, de poder sostener su mano, que tantas veces habían sostenido las suyas.
Pero su cuerpo ya no podía seguir resistiendo, algo invisible lo sostenía y le permitía seguir respirando. Quizás solo esperaba que sus tres amadas mujeres estuvieran listas para su partida.
Era el mes de marzo y se acercaba el día que sería su cumpleaños, El día que su estrella estaría alineada una vez más al planeta tierra.
La última noche que estuvo con él se quedó hasta verlo dormir y se fue a descansar. En su cama ella rezó por él, para que no se sintiera solo, le pidió a los ángeles que lo protegieran y rezó por ella, pidió fortaleza para dejarlo partir. Esa noche tuvo un sueño; soñó con el jardín de su padre, estaba muy verde y muy prolijamente cortado el pasto y los arbustos. No había flores que distrajeran su mirada, solo la perfección, la belleza y la simplicidad del verde. Despertó de repente cuando preguntó quien lo había hecho; Y tuvo la certeza de que se había ido.
Al cabo de una hora llegó la confirmación, la emoción se desbordó y brotaron de sus ojos manantiales de llanto, contenidos durante largo tiempo.
Eligió la ropa que su padre vestiría y cortó todas las flores, hasta la mas pequeña, como un último regalo que pudiera obsequiarle.
Pero algo mágico sucedió detrás del gran dolor que sentía, como una conexión que no se había perdido. Empezó a traducir todo lo que hablaba de él. Pudo seguir el hilo de perfección que había regido su vida ordenando también el presente; vio que el funeral era sencillo pero muy respetuoso, no emocional pero lleno de sentimiento. No faltaban ni sobraban personas en su despedida; Estaban presentes solamente quienes lo habían amado en verdad, quienes realmente habían sido personas claves en su vida. No había gritos ni lamentos discordantes, sino un respetuoso silencio; una plegaria que el mismo hubiera aceptado y una gran tristeza que los unía a todos en su adiós.
Ella volvió al hogar de su infancia, la vida se había ordenado de tal manera, que ella debería permanecer un tiempo en aquella casa, donde había crecido junto a él.
Su aroma estaba intacto, su presencia también. Poder percibirlo tan nítidamente fue un bálsamo para su alma, y a la vez saber que su cuerpo ya no sufría, que una gran parte de sus cadenas habían sido cortadas. Todavía quedaban las más sutiles, pero ella estaba dispuesta a acompañarlo hasta el final. Personalmente ordenó sus pertenencias; las armas con las que había librado las batallas de esta ronda, estaban pulidas, aseadas, habían sido cuidadas con esmero; conservó algunas y otras las regaló para que otras manos pudieran seguir dándoles vida. Descubrió sus pequeños tesoros, que guardaba con esa ternura infantil, que ella bien conocía; a estos tesoros los expuso al sol unos días, para que tomaran oxígeno y para que él pudiera rescatar la energía que había guardado con ellos. Vació su guardarropas y donó todas sus prendas, porque estaban en perfecto estado. Dedicó un tiempo especial, a recorrer el jardín diariamente, para ver si alguna planta en especial sentía tristeza, pero encontró orden también allí, como si aceptaran el reemplazo de sus manos, había brotes nuevos por todos lados, el jardín seguía vivo.
Ella sentía que estaba en un terreno muy privado, en lugares que nunca tiempo atrás se hubiera animado a invadir, pero ahora podía sentir su autorización, como si él le diera el permiso de conocerlo en su totalidad, de comprenderlo; y a la vez, cada cosa que ella asimilaba era algo, de lo que él se liberaba. Ahora jugaban otro juego, él soltaba y ella concientizaba.
Su tiempo en la casa paterna había llegado a su fin, y la vida la expulsó enérgicamente, quizás por que ella no hubiera sido capaz, de tomar esta decisión por cuenta propia, y hubiera dilatado los tiempos del proceso; pero era lo mejor para ella y su pequeña familia, ella debía retomar su atención a su pequeño circulo, y mezclar sus dos mundos.
Todo este movimientos de energías, impactó en la mas pequeña de las niñas, afectó su centro vital y tuvo que ser hospitalizada. La hija del guerrero se quedó con su pequeña, su atención estaba con ella y se alejó del padre, pero el padre no se alejó de ellas y las acompañó protegiéndolas con amor.
La pequeña se repuso, y la hija del guerrero tuvo que ordenar su nuevo hogar, en cada rincón de la casa puso algún objeto que le recordara a su padre, invocando también su protección.
Las primeras noches en la nueva casa fueron difíciles, como repasando todo lo vivido, las imágenes en su mente se presentaban casi sin intención. Revivía todos los pequeños encuentros que habían compartido, y ahora podía reconocer todas las veces que él le había demostrado su amor, pero inevitablemente las imágenes se continuaban hasta el final de sus días, y entonces reaparecía el dolor, el sufrimiento del guerrero, entonces el corazón de la hija se llenaba de pena. Hasta que comprendió que su padre estaba limpiando su cuerpo astral, y estaba cortando los lazos de la emoción; entonces lo acompañó con templanza.
Una tarde, en la que se encontraba sola en su hogar, de pronto se detuvo y dejó de hacer lo que estaba haciendo en ese momento, se quedó muy quieta porque sintió la presencia inconfundible de su padre detrás suyo, no emitió pensamiento por temor a alejarlo. Entonces sintió un cálido abrazo, en un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo, el aire tenía una densidad especial podía tocarse con la mano y no había noción del tiempo; todo esto sucedió en un cerrado silencio que podía escucharse ; las lágrimas brotaban de sus ojos, no eran lágrimas de pena ni de alegría, sólo desbordaban la intensidad del amor de ambos.
Cuando pudo darse vuelta, entendió que su padre había venido realmente a despedirse, sintió una gran liviandad en su pecho, en su alma y en el aire. Se sintió realmente feliz; el guerrero estaba libre, recién ahora dejaría de serlo, para transformarse sólo en su propia luz.
Este instante sembró futuro en su vida, sería una joya que guardaría por siempre en su alma, porque la partida del guerrero del silenció le dejó, como excelsa recompensa, la primera conciencia de su propia Inmortalidad.
El había sido un guerrero toda su vida, nunca fue condecorado por alguna hazaña en particular; pero jamás fue reprendido por algún error.
Ella siempre había estado orgullosa de ser su hija; veía lo que quizás otros no llegaban a ver de él. Veía su humildad, su obediencia, su bondad, su inocencia, su sentido de perfección; todo oculto detrás de su silencio. Por eso se lo conocía con ese nombre “el guerrero del silencio”.
Amaba en silencio, sufría en silencio y enseñaba en silencio.
Ella siempre caminó junto a él como hechizada por su figura; por su postura grave, seria y serena; esperando esos mágicos momentos en los que mostraba su ternura. Parecía conocer el lenguaje de la naturaleza, dedicaba horas al cuidado de sus rosales y no había semilla o gajo que se resistiera a su mano. Todas las mañanas, antes del amanecer alimentaba a los pájaros silvestres y ellos le regalaban ruidosas mañanas, llenas de trinos.
Sus días parecían ser exactamente iguales, todo a su debido horario, todo en un perfecto orden; que ella observaba pero no comprendía.
Ellos dos mantenían un lenguaje especial; ella decía siempre lo que él no quería oír, preguntaba siempre lo que él no quería contestar; hacía lo contrario de lo que él esperaba de ella. Ella desordenaba y él ponía todo en su lugar nuevamente; casi como un juego.
Y así se comunicaban entre risas y enojos, cada vez mas unidos por sus diferencias, en un intercambio que los nutría.
Los años pasaron y los ojos del guerrero acumularon tristeza, su andar se hizo mas lento y sus horas de soledad mas prolongadas; como si un gran dolor, guardado por años, escondido por años, hubiera llegado hasta sus huesos.
Sobrevino su enfermedad y por la fragilidad de su cuerpo era de esperarse que no duraría mucho tiempo.
Su hija se angustió mucho era algo inesperado, a pesar que había temido este momento desde pequeña, el temor a la despedida, a verlo partir.
Pidió ayuda, a Dios, a la vida; pidió consejos a médicos y a sus amigos del alma; el mensaje que recibió como respuesta fue el mismo, solamente podía acompañarlo.
En ese momento le pareció poco, le pareció nada; pero se dedicó a hacerlo, acompañarlo con la mente, con el corazón ; con el alma.
La enfermedad, muy lentamente, lo fue liberando de sus condicionamientos, de sus prejuicios; como un pasajero que se dispone a realizar un largo viaje y revisa su equipaje, sacando lo que no es necesario.
Lo primero que hizo fue romper el silencio y un día como cualquier otro abrió el cofre de los secretos y habló de su dolor; la herida mas importante de su corazón, la que nunca había cicatrizado, la que recibió en la batalla mas cruel que peleó en su vida.
En ese momento ella temió por él, sabía que su secreto lo había sostenido hasta ahora y se dio cuenta que los tiempos se acelerarían.
Después de la gran confesión, habló mucho, como si algo dentro suyo hubiera sido liberado, cumplido ya su pacto de silencio.
Le habló de su infancia, de sus ancestros, de sus momentos de alegría; mientras compartían infusiones que él preparaba con sumo cuidado y dedicación. Así pasaron muchas tardes; le enseño como debía podar los árboles y como cuidar su jardín, que flores florecían en invierno y cuales en primavera. Ella atesoraba cada palabra como queriendo grabarlas en su mente.
Pero a medida que crecía esta libertad, su cuerpo iba sufriendo el deterioro, como si la energía que siempre había cuidado su buena salud estuviera muy ocupada en otra cosa.
Las heridas que había llevado dentro, ahora florecían en su piel, expulsadas hacia fuera; expuestas como verdaderas medallas, pidiendo oxígeno. Y dejando otra maleta del equipaje su cuerpo dejó de obedecerle.
Ella sentía cada cosa que él iba dejando en el camino y podía ver las que permanecían, las particularidades que siempre había admirado, especialmente su aceptación. El agradecía cada sencilla comida como si fuera un manjar. No había ni un pequeño gesto que no fuera seguido por su agradecimiento. Su rostro estaba iluminado, no había dolor.
Poco a poco su mente se fue despidiendo también, dándole largos ratos de contemplación y en los momentos que retornaba le regalaba una síntesis. La primera fue: Lo efímero de la vida material.
A los pocos días le regalo la segunda: No aprisionar el amor en la forma.
Síntesis que hablaban de su vida, de sus errores y de su aprendizaje; y se las entregaba como una ofrenda.
Después de esto las palabras casi desaparecieron de sus labios, cuando podía pronunciarlas pedía volver al hogar de su infancia, como un deseo de retornar al origen.
Ellos seguían comunicándose con la mirada, cuando ella notaba temor en sus ojos, le tomaba la mano y oraba, oraba con devoción, con amor y el se serenaba otra vez. En los días de intenso calor refrescaba su cuerpo, enjugaba su frente con amor maternal y los ojos del padre le devolvían amor. Ya no necesitaban pelear, ya no necesitaban estar de acuerdo.
Se sentía tan afortunada de haber compartido su vida, de haberlo conocido, de poder acompañarlo, de poder sostener su mano, que tantas veces habían sostenido las suyas.
Pero su cuerpo ya no podía seguir resistiendo, algo invisible lo sostenía y le permitía seguir respirando. Quizás solo esperaba que sus tres amadas mujeres estuvieran listas para su partida.
Era el mes de marzo y se acercaba el día que sería su cumpleaños, El día que su estrella estaría alineada una vez más al planeta tierra.
La última noche que estuvo con él se quedó hasta verlo dormir y se fue a descansar. En su cama ella rezó por él, para que no se sintiera solo, le pidió a los ángeles que lo protegieran y rezó por ella, pidió fortaleza para dejarlo partir. Esa noche tuvo un sueño; soñó con el jardín de su padre, estaba muy verde y muy prolijamente cortado el pasto y los arbustos. No había flores que distrajeran su mirada, solo la perfección, la belleza y la simplicidad del verde. Despertó de repente cuando preguntó quien lo había hecho; Y tuvo la certeza de que se había ido.
Al cabo de una hora llegó la confirmación, la emoción se desbordó y brotaron de sus ojos manantiales de llanto, contenidos durante largo tiempo.
Eligió la ropa que su padre vestiría y cortó todas las flores, hasta la mas pequeña, como un último regalo que pudiera obsequiarle.
Pero algo mágico sucedió detrás del gran dolor que sentía, como una conexión que no se había perdido. Empezó a traducir todo lo que hablaba de él. Pudo seguir el hilo de perfección que había regido su vida ordenando también el presente; vio que el funeral era sencillo pero muy respetuoso, no emocional pero lleno de sentimiento. No faltaban ni sobraban personas en su despedida; Estaban presentes solamente quienes lo habían amado en verdad, quienes realmente habían sido personas claves en su vida. No había gritos ni lamentos discordantes, sino un respetuoso silencio; una plegaria que el mismo hubiera aceptado y una gran tristeza que los unía a todos en su adiós.
Ella volvió al hogar de su infancia, la vida se había ordenado de tal manera, que ella debería permanecer un tiempo en aquella casa, donde había crecido junto a él.
Su aroma estaba intacto, su presencia también. Poder percibirlo tan nítidamente fue un bálsamo para su alma, y a la vez saber que su cuerpo ya no sufría, que una gran parte de sus cadenas habían sido cortadas. Todavía quedaban las más sutiles, pero ella estaba dispuesta a acompañarlo hasta el final. Personalmente ordenó sus pertenencias; las armas con las que había librado las batallas de esta ronda, estaban pulidas, aseadas, habían sido cuidadas con esmero; conservó algunas y otras las regaló para que otras manos pudieran seguir dándoles vida. Descubrió sus pequeños tesoros, que guardaba con esa ternura infantil, que ella bien conocía; a estos tesoros los expuso al sol unos días, para que tomaran oxígeno y para que él pudiera rescatar la energía que había guardado con ellos. Vació su guardarropas y donó todas sus prendas, porque estaban en perfecto estado. Dedicó un tiempo especial, a recorrer el jardín diariamente, para ver si alguna planta en especial sentía tristeza, pero encontró orden también allí, como si aceptaran el reemplazo de sus manos, había brotes nuevos por todos lados, el jardín seguía vivo.
Ella sentía que estaba en un terreno muy privado, en lugares que nunca tiempo atrás se hubiera animado a invadir, pero ahora podía sentir su autorización, como si él le diera el permiso de conocerlo en su totalidad, de comprenderlo; y a la vez, cada cosa que ella asimilaba era algo, de lo que él se liberaba. Ahora jugaban otro juego, él soltaba y ella concientizaba.
Su tiempo en la casa paterna había llegado a su fin, y la vida la expulsó enérgicamente, quizás por que ella no hubiera sido capaz, de tomar esta decisión por cuenta propia, y hubiera dilatado los tiempos del proceso; pero era lo mejor para ella y su pequeña familia, ella debía retomar su atención a su pequeño circulo, y mezclar sus dos mundos.
Todo este movimientos de energías, impactó en la mas pequeña de las niñas, afectó su centro vital y tuvo que ser hospitalizada. La hija del guerrero se quedó con su pequeña, su atención estaba con ella y se alejó del padre, pero el padre no se alejó de ellas y las acompañó protegiéndolas con amor.
La pequeña se repuso, y la hija del guerrero tuvo que ordenar su nuevo hogar, en cada rincón de la casa puso algún objeto que le recordara a su padre, invocando también su protección.
Las primeras noches en la nueva casa fueron difíciles, como repasando todo lo vivido, las imágenes en su mente se presentaban casi sin intención. Revivía todos los pequeños encuentros que habían compartido, y ahora podía reconocer todas las veces que él le había demostrado su amor, pero inevitablemente las imágenes se continuaban hasta el final de sus días, y entonces reaparecía el dolor, el sufrimiento del guerrero, entonces el corazón de la hija se llenaba de pena. Hasta que comprendió que su padre estaba limpiando su cuerpo astral, y estaba cortando los lazos de la emoción; entonces lo acompañó con templanza.
Una tarde, en la que se encontraba sola en su hogar, de pronto se detuvo y dejó de hacer lo que estaba haciendo en ese momento, se quedó muy quieta porque sintió la presencia inconfundible de su padre detrás suyo, no emitió pensamiento por temor a alejarlo. Entonces sintió un cálido abrazo, en un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo, el aire tenía una densidad especial podía tocarse con la mano y no había noción del tiempo; todo esto sucedió en un cerrado silencio que podía escucharse ; las lágrimas brotaban de sus ojos, no eran lágrimas de pena ni de alegría, sólo desbordaban la intensidad del amor de ambos.
Cuando pudo darse vuelta, entendió que su padre había venido realmente a despedirse, sintió una gran liviandad en su pecho, en su alma y en el aire. Se sintió realmente feliz; el guerrero estaba libre, recién ahora dejaría de serlo, para transformarse sólo en su propia luz.
Este instante sembró futuro en su vida, sería una joya que guardaría por siempre en su alma, porque la partida del guerrero del silenció le dejó, como excelsa recompensa, la primera conciencia de su propia Inmortalidad.
La Dama de Hielo
Ella hace una eternidad que duerme pero no lo sabe.
Ella vive en su bloque de hielo que el tiempo le ayudó a forjar. Las edades sumaron frío y cristalización a su mundo; y lo que comenzó siendo su coraza creció y fue tomando su entorno. Congeló su bosque y sus lagos; sus duendes y sus hadas; sus flores y sus mariposas; congeló sus nubes y su sol.
Su mundo la acompañó en su tibio sueño; intacto, puro, latente; casi perfecto.
No se puede hablar de cuanto duró este estado porque ella estaba fuera del tiempo; casi feliz.
Nadie sabe, ni siquiera ella, porque empezó a dormir, quizás en un gran intento de mirarse por dentro cayó en el hechizo del universo interno; en el mágico paisaje que estaba pintado en su alma. Quizás no supo volver, quizás no quiso o quizás ya no supo distinguir, que estaba afuera y que estaba adentro, si estaba despierta o dormida.
Después de todo que importaba ya; tenía casi todo lo que quería, las imágenes de los seres que amaba, los recuerdos que guardaba en su corazón y sus ilusiones.
Pero fue el azar-destino quien intervino con su divina mano y arrebató de su sueño la imagen del amado dejándola sola en su mundo casi perfecto.
Siguiendo su aroma, lo buscó por todos los rincones; abrió todos sus cajones; con dolor, con llanto, con enojo, con furia; con desesperación, por que el aroma poco a poco se iba desvaneciendo también.
Cuando todo fue silencio, cuando la mente dejó de parlotear y su corazón dejo de llorar su alma la abrazó dulcemente y le susurró al oído, sólo una cosa quedaba por hacer.
Sintió el llamado de todos los seres que estaban congelados allá afuera esperando por ella; sintió su amor como una brisa de calor y por primera vez después de mucho tiempo su cuerpo tembló. Y con todo el miedo que podía caber en si misma abrió los ojos otra vez o quizás por primera vez.
Cristales de hielo se incrustaron en sus ojos, pero sostuvo la mirada. Mas allá, fuera de las paredes de hielo había una mirada; dos ojos profundos como dos soles negros. Era él sin duda, era su amado; cada célula de su cuerpo empezó como a moverse, como a presentirlo, como a extrañarlo; a despertar.
Recorrió con la mirada todo lo demás. Esto era la realidad? Comenzó a tener conciencia de lo que era adentro y lo que era afuera, con gran dificultad sus ojos le contaron las cosas que habían quedado fuera y como todo esperaba por ella.
Fue un instante de eternidad, como todo podía caber en este segundo? Todo su pasado y todo su futuro concentrado en un punto, en un vórtice; todo estaba en juego, su vida, su mundo, su amor y su alma.
Casi imperceptible, un pequeño calor nació en la base de su cóccix como un fuego serpentino que ascendía; no era nuevo, alguna vez lo había sentido ya, pero lo había controlado, por temor a lo que pudiera suceder; lo había anulado.
Ahora estaba decidida a escucharlo a dejarlo nacer y crecer. Sabía que era una fuerza poderosa, sabía que podía destruir todo o salvarla.
Se detuvo ahí, ¿qué podía destruir?
El fuego llegaba a su plexo.
Un cristal de hielo atravesó su corazón cuando comprendió el gran sacrificio, todo lo que la acompañó tanto tiempo, para forjar precisamente este instante, nada se resistía. Todas sus emociones, sus imágenes, sus ilusiones, sus mas altos pensamientos estaban ahora entregados, en sus manos, dispuestos.
El fuego ya era muy intenso y pasaba por su corazón bañándolo, calentándolo, curándolo. Le traía aromas tan añorados, aromas de incienso y mirra, a arenas del desierto; le traía sonidos muy amados, el cantar del río y el maravilloso silencio del templo.
Se sintió tan feliz, tan completa, que lloró, lloró y perdonó, su olvido, su miedo, su cansancio, su humanidad.
El fuego ya llegaba a su garganta y ya lo sentía como una bola de fuego; y como algo que no pudo detener, algo con vida propia; todo su ser, lo denso y lo sutil, lo físico y lo etérico, su cuerpo y su alma; Gritó. Con un sonido agudo y grave un sonido intenso y delicado a la vez, gritó: -“YO SOY !”
Las ondas del sonido quebraron el bloque de hielo que se convirtió en millones de estrellas y su grito fue escuchado en el universo entero.
Inmóvil, entera miró su bosque, todo brillaba, fresco, nuevo, vivo. Descubrió montañas, lagos y cascadas que nunca había visto.
Un hermoso pájaro azul le dio la bienvenida y se perdió en el horizonte; Como una bendición celestial una cálida lluvia besó sus largos cabellos negros, su piel recién nacida, sus pies descalzos.
Y entonces lo vio, junto al Jacaranda, mas hermoso que nunca, real, esperándola.
El Hada de leche y miel
LECHE Y MIEL
Después de un invierno duro y persistente, Mi bosque quedó completamente blanco.
Agradecimos los primeros días de primavera que con su tibio sol, comenzaba a derretir la nieve del suelo. Y cuando todo estuvo verde ora vez descubrí un pequeño brote nuevo, que empezaba a elevarse de la tierra. Había nacido a los pies del Gran Padre árbol.
La estación que recién entraba le daría fuerzas para crecer.
Todos los día los duendes venían a ver cuanto había crecido y en algunas noches todavía frías, hacían rondas a su alrededor para transmitirles su calor.
Una mañana descifré su naturaleza, era una hermosa planta de jazmín.
El verano se acercaba y la planta crecía fuerte y firme y empezamos a estar ansiosos por ver su primer capullo.
El Gran árbol había guardado escarcha en sus ramas mas grandes y así todos las mañanas dejaba caer unas gotas como besos de buenos días. Todos los seres de mi bosque estaban pendientes de ella; porque nos representaba la esperanza y la alegría, el renacer de la vida, lo que sobrevive al dolor.
Al finalizar el verano, la planta había dado varios capullos, que permanecían cerrados, todavía dormidos; pero había uno especial, por que era mas grande y por que estaba en el tallo mas alto, elevado hacia el cielo. Parecía como si ella hubiera tenido especial cuidado para crearlo.
En los primeros días de Abril todos los capullos se habían abierto menos el mas grande. Comenzamos a turnarnos para presenciar el momento de su nacimiento. Los duendes correteaban por todo el bosque y se acercaban cada tanto para ver si ya era hora.
Una noche mi Rey y yo estábamos sentados al pié del Gran árbol, viendo como iban apareciendo una a una las estrellas y el gran capullo comenzó lentamente a separar sus pétalos, su perfume era tan intenso que nos sentíamos embriagados; cuando el último pétalo se abrió, y nos mostró su centro, pudimos ver qué guardaba con tanto cuidado. Una preciosa hadita dormía en su interior, un Hada de leche y miel. El Gran árbol desprendió la última gota de escarcha que había guardado para ella y la pequeña hada despertó.
Su piel era blanca, como la nieve de la cual surgió, y sus enormes ojos eran negros como los de mi Rey. Sus alitas tenían todos los colores del arco iris y cuando las movía se escuchaba el sonido de un arpa, tocada por manos invisibles.
El intenso perfume que desprendía, fue como un llamado a todos los seres del bosque, que llegaron para darle la bienvenida. Los duendes fueron los primeros en llegar con sus risas, la abuela no olvidó traer miguitas de pan para alimentarla, el Trovador salió tan apurado que perdió su antifaz, el Hada madrina llegó y con sus mágicas manos le descubrió su primera sonrisa. El último en llegar fue el Guardián de los duendes, por lo precavido de su andar, pero como dice el antiguo libro, los últimos serán los primeros. El hadita de leche y miel hizo su primer vuelo, para ir a su encuentro, y como dos seres que se conocieran por edades entonaron juntos una canción, en un idioma que solo ellos dos compartían.
En ese momento nos dimos cuenta de que, además de la dulzura que traía a nosotros; también tenía muchas cosas que enseñarnos, con su corazón sus abrazos y sus besos que repartía tan generosamente.
Y los años pasaron y todos crecimos pero no cambiamos.
El Hada de leche y miel siempre revolotea a nuestro alrededor, en realidad hace lo que quiere con nosotros y una de las cosas que quiere es que seamos felices en verdad.
Nosotros siempre tenemos una excusa para reunirnos y armar grandes banquetes al pié del Padre Árbol , celebramos cumpleaños, Navidades, logros y acontecimientos; Siempre podemos, juntos, celebrar la Vida
Mi Bosque
Tengo cuatro duendes en mi jardín.
Aparecieron con el orden de las estaciones y cada uno guarda secretos de cada una de ellas.
El mas grande es el duende del Invierno; es agudo como punta de hielo, como pico nevado y tiene porte de príncipe. Gruñe como oso y vuela como águila solitaria de las cumbres. Es impecable y frágil como un lago helado. Tiene una caricia suave y sutil como sol de mediodía casi imperceptible pero llena de magia.
Después de él llegó el duende de la primavera y por supuesto su naturaleza es puramente femenina. Tiene la gracia del cervatillo que corretea por los bosques y el perfume de mil flores al abrirse. Despierta al amanecer con toda su energía, tiene risa como de cascabeles y cuando el sol se pone comienza lentamente a adormecerse. Sus ojitos tienen el brillo de las gotas del rocío. Posee el orgullo de la rosa del principito.
El tercero en hacer su aparición fue el duende del verano. Tiene cabellos rizados con el color del trigal y mejillas coloradas como el Dios de la vendimia. Corretea todo el día desnudo y desvergonzado y si algún extraño aparece en el bosque desaparece en un segundo, como típico duende. A veces pienso que cuando sea mayor va a perseguir a las ninfas todo el día. Su enojo dura, lo que una tormenta de verano. Tiene la frescura de todo lo que nace, de todo lo que brota. Posee una mezcla única de inocencia y picardía.
Y después de él llegó el duende del otoño. Vino con la fuerza de un torbellino de hojas secas. Tiene un amor cálido cargado de nostalgia y la calidez de un hogar a leña. Es impredecible como su estación puede regalarte una preciosa mañana cálida, una tarde lluviosa, o una tormentosa noche fría. Tiene el instinto maternal de la naturaleza misma y como ella posee en si misma la bravura y la calma.
Mi bosque esta habitado por muchos otros seres, tengo un ser muy especial, guardián de los duendes. Tiene mezcla de Robin Hood y del patriarca de los pájaros, aunque no es sabio su vida en si misma es sabiduría. Es el ser que nos hace recordar que siempre se puede seguir adelante, que después de la mas obscura noche espera un brillante amanecer, que nada es imposible. Voz de hombre corazón de niño. Tiene una mente libre como el viento y un alma pura como luz de luna llena.
Como todo bosque, tenemos un hada madrina con su hechizo puede disipar los mas grandes nubarrones y regalarnos un arco iris. Corazón abierto para los desamparados. Cuando los duendes pelean van a refugiarse entre sus faldas y con una caricia transforma la lágrima en sonrisa. Tiene la virtud de la simpleza, gracia de hada y corazón de leona.
Hay un trovador que habita nuestro bosque con mente ágil y corazón soñador. Lleva un antifaz para esconderse un poco, pues siempre teme ser herido. Aparenta ser muy libre, aunque todos sabemos que sus pies ya son fuertes raíces en nuestra tierra. Cuando tare una nueva canción todos nos sentamos a escucharlo, para los duendes es un ídolo y su música siempre nos agrada. Luego parte a viajes muy internos buscando ana nueva melodía o quizás la única, que encierre todo lo que necesita escuchar de él mismo.
En una cabaña muy cálida vive nuestra abuela, su hogar es perfecto, es cálido en invierno y fresco en el verano. Siempre hay lugar en su mesa, y en su cama, para algún duende, en las noches de miedo. Sus bolsillos guardan siempre un dulce para alguna emergencia y sus hilos y agujas están siempre dispuestos para algún botón o remiendo. Posee el don de la providencia.
En el centro del bosque hay un ser que es como el gran Padre, fue el constructor de la cabaña y el que sembró muchos de nuestros árboles. Tiene un corazón noble como la madera en el que están tallados todos nuestros nombres. Cierto día se sentó justo allí, en el centro, quizás por el peso de su vida misma y aunque ya casi no habla todos sabemos cuanto nos ama. Sé que lentamente se irá transformando en el árbol mas grande y hermoso que habite nuestro bosque, para seguir dándonos lo mejor de si mismo. Para darnos sombra y amparo, para regalarnos sus mas preciadas flores y frutos, para alimentarnos a nosotros y a las generaciones nuevas.
También voy a hablarles de mi Rey El es el Rey de mi bosque aunque no lleva corona y viste ropas de soldado. Su corazón es un gran cofre de oro que guarda tesoros invaluables. Es mi protector. Tiene el don de la sinceridad. Tiene el alma clara y cristalina como el manantial. Es como un dragón alado puede enojarse y lanzar llamaradas, pero siempre puede volar para rescatar la paz de su propio cielo. El es la leyenda viva del rey que abandonó su palacio y sus riquezas para correr desnudo por las praderas y como dijo alguien alguna vez, quien renuncia a un trono debe ser más grande que su reino.
Me gustaría hablarles de mí, pero no puedo definirme muy bien. Tengo mezcla de bruja blanca y de madre tierra. Soy una pequeña parte de todos ellos y ellos son hermosas flores en mis ramas. Me alegro en sus alegrías y sufro en sus pesares y de cuando en cuando me alejo a mis íntimos abismos a visitar a mis monstruos y hadas imaginarios. Pero siempre retorno, necesito de mi bosque, necesito su calor. Y aunque no todo es perfecto, porque aquí hay tormentas y hay nevadas que parecieran acabar con todo, siempre hay algo mágico que nos vuelve a unir, nuestro mismo amor nos redime.
Y aunque sé que nada es eterno, no creo en la muerte.
Quizás cambiemos de formas, quizás nos abriguen distintos cielos pero siempre vamos a pertenecernos unos a otros, Porque todo lo que se da con amor, nunca se pierde.
Aparecieron con el orden de las estaciones y cada uno guarda secretos de cada una de ellas.
El mas grande es el duende del Invierno; es agudo como punta de hielo, como pico nevado y tiene porte de príncipe. Gruñe como oso y vuela como águila solitaria de las cumbres. Es impecable y frágil como un lago helado. Tiene una caricia suave y sutil como sol de mediodía casi imperceptible pero llena de magia.
Después de él llegó el duende de la primavera y por supuesto su naturaleza es puramente femenina. Tiene la gracia del cervatillo que corretea por los bosques y el perfume de mil flores al abrirse. Despierta al amanecer con toda su energía, tiene risa como de cascabeles y cuando el sol se pone comienza lentamente a adormecerse. Sus ojitos tienen el brillo de las gotas del rocío. Posee el orgullo de la rosa del principito.
El tercero en hacer su aparición fue el duende del verano. Tiene cabellos rizados con el color del trigal y mejillas coloradas como el Dios de la vendimia. Corretea todo el día desnudo y desvergonzado y si algún extraño aparece en el bosque desaparece en un segundo, como típico duende. A veces pienso que cuando sea mayor va a perseguir a las ninfas todo el día. Su enojo dura, lo que una tormenta de verano. Tiene la frescura de todo lo que nace, de todo lo que brota. Posee una mezcla única de inocencia y picardía.
Y después de él llegó el duende del otoño. Vino con la fuerza de un torbellino de hojas secas. Tiene un amor cálido cargado de nostalgia y la calidez de un hogar a leña. Es impredecible como su estación puede regalarte una preciosa mañana cálida, una tarde lluviosa, o una tormentosa noche fría. Tiene el instinto maternal de la naturaleza misma y como ella posee en si misma la bravura y la calma.
Mi bosque esta habitado por muchos otros seres, tengo un ser muy especial, guardián de los duendes. Tiene mezcla de Robin Hood y del patriarca de los pájaros, aunque no es sabio su vida en si misma es sabiduría. Es el ser que nos hace recordar que siempre se puede seguir adelante, que después de la mas obscura noche espera un brillante amanecer, que nada es imposible. Voz de hombre corazón de niño. Tiene una mente libre como el viento y un alma pura como luz de luna llena.
Como todo bosque, tenemos un hada madrina con su hechizo puede disipar los mas grandes nubarrones y regalarnos un arco iris. Corazón abierto para los desamparados. Cuando los duendes pelean van a refugiarse entre sus faldas y con una caricia transforma la lágrima en sonrisa. Tiene la virtud de la simpleza, gracia de hada y corazón de leona.
Hay un trovador que habita nuestro bosque con mente ágil y corazón soñador. Lleva un antifaz para esconderse un poco, pues siempre teme ser herido. Aparenta ser muy libre, aunque todos sabemos que sus pies ya son fuertes raíces en nuestra tierra. Cuando tare una nueva canción todos nos sentamos a escucharlo, para los duendes es un ídolo y su música siempre nos agrada. Luego parte a viajes muy internos buscando ana nueva melodía o quizás la única, que encierre todo lo que necesita escuchar de él mismo.
En una cabaña muy cálida vive nuestra abuela, su hogar es perfecto, es cálido en invierno y fresco en el verano. Siempre hay lugar en su mesa, y en su cama, para algún duende, en las noches de miedo. Sus bolsillos guardan siempre un dulce para alguna emergencia y sus hilos y agujas están siempre dispuestos para algún botón o remiendo. Posee el don de la providencia.
En el centro del bosque hay un ser que es como el gran Padre, fue el constructor de la cabaña y el que sembró muchos de nuestros árboles. Tiene un corazón noble como la madera en el que están tallados todos nuestros nombres. Cierto día se sentó justo allí, en el centro, quizás por el peso de su vida misma y aunque ya casi no habla todos sabemos cuanto nos ama. Sé que lentamente se irá transformando en el árbol mas grande y hermoso que habite nuestro bosque, para seguir dándonos lo mejor de si mismo. Para darnos sombra y amparo, para regalarnos sus mas preciadas flores y frutos, para alimentarnos a nosotros y a las generaciones nuevas.
También voy a hablarles de mi Rey El es el Rey de mi bosque aunque no lleva corona y viste ropas de soldado. Su corazón es un gran cofre de oro que guarda tesoros invaluables. Es mi protector. Tiene el don de la sinceridad. Tiene el alma clara y cristalina como el manantial. Es como un dragón alado puede enojarse y lanzar llamaradas, pero siempre puede volar para rescatar la paz de su propio cielo. El es la leyenda viva del rey que abandonó su palacio y sus riquezas para correr desnudo por las praderas y como dijo alguien alguna vez, quien renuncia a un trono debe ser más grande que su reino.
Me gustaría hablarles de mí, pero no puedo definirme muy bien. Tengo mezcla de bruja blanca y de madre tierra. Soy una pequeña parte de todos ellos y ellos son hermosas flores en mis ramas. Me alegro en sus alegrías y sufro en sus pesares y de cuando en cuando me alejo a mis íntimos abismos a visitar a mis monstruos y hadas imaginarios. Pero siempre retorno, necesito de mi bosque, necesito su calor. Y aunque no todo es perfecto, porque aquí hay tormentas y hay nevadas que parecieran acabar con todo, siempre hay algo mágico que nos vuelve a unir, nuestro mismo amor nos redime.
Y aunque sé que nada es eterno, no creo en la muerte.
Quizás cambiemos de formas, quizás nos abriguen distintos cielos pero siempre vamos a pertenecernos unos a otros, Porque todo lo que se da con amor, nunca se pierde.
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