viernes, 31 de octubre de 2008

Las Presencias


Hay tre Seres que habitan en los confines de mi bosque.
Siempre han estado a mi lado, más nunca conmigo.
Tardé mucho en aprender a relacionarme con ellos, siempre distantes, aunque nunca ausentes.
Su aprente distancia, nuestras aparentes diferencias, hicieron llorar a mi corazón, que bañó este suelo y dió origen a la vida en mi bosque.
Yo pedía figuras humanas que compartieran mi vida.
Ellos en cambio, representaron presencias eternas, para que me acompañaran en mi existencia.
La vida los puso fuera del alcance de mi mano, para verlos mejor a la distancia, para que no los aprisionara en el amor fraterno.
Mi soledad me dio libertad.
Hoy que mi bosque esta lleno de vida, alzo mi mirada y puedo verlos, a cada uno, en el lugar que decidieron permanecer tratando de comprender sus vidas, lejos de mí.
Pero, cuando nuestros ojos se encuentran, sabemos, que las distancias y las diferencias, son ilusorias.
En los picos nevados, que se elevan en el horizonte, habitaba el guerrero de la orden del temple.
Su figura fue clave en mi vida. Su sombra me amparó desde mi infancia. Y hoy, permanezco bajo el amparo de su alma.
Con sus particularidades templó mi vida, con su dolor templó mi corazón y con su silencio templó mi mente.
Cuando estuve lista y madura, me llamó desde la cumbre con un perfume de jazmín salvaje. Yo abandoné mi bosque para ir a su encuentro, dejando atrás mis duendes, mi rey, todo lo que conformaba mi identidad.
Fui sola.
El me llamaba, para que fuera testigo de un momento único y maravilloso.
El guerrero había cumplido su tiempo de servicio en la orden y se iniciaba como caballero celeste.
Ya no habría lugar físico donde habitaría, su ermita sería derrumbada.
Pero a partir de ahora, podría encontrarlo cada vez que mi corazón lo convocara.
Ahora sí, habitaría mi bosque.
Su presencia se había transformado, en mi guardián etérico. Y sé, que mi protección, no podría jamás estar en mejores manos .
Fuera de mi bosque, al pié de las montañas, hay un pequeño palacio.
En él vive la Reina eterna de la primavera.
Su lugar está rodeado de frondosos rosales, con agudas espinas, haciéndolo casi impenetrable.
Es una belleza que puedo contemplar solo a la distancia, admirar su colorido, disfrutar su perfume.
Para poder ver a la Reina, debo esperar, esos mágicos momentos en los que ella decide salir.
Todavía puede verse en su rostro, la hermosura que la cubrió en su juventud. Sus ojos aún conservan el brillo de dos esmeraldas. Su femineidad está intacta.
Me recuerdo siendo niña, admirando su belleza; su sonrisa podía iluminar y alejar, como un conjuro, todos mis temores.
A través de los años, yo permanecí en esa misma postura. Mirando su reflejo en el espejo. Admirándola pero también, juzgándola. Creyéndola tan diferente a mí.
Hoy agradezco, que la maravillosa Gran Madre, que me acompañó toda mi vida; sosteniéndome en mis momentos de angustia y poniéndome en puntitas de pié en mis momentos de paz; pueda mirarme a través de sus ojos.
Por que puedo ver, que su belleza, es aún mas grande que la de su apariencia.
Por último, en la montaña más árida, que puedo divisar desde mi verde pradera, esa que no admite ni un arbusto, guarda en sus entrañas una gran caverna.
Tiene una apariencia oscura y sombría, desde lejos.
Pues su verdadera belleza, reside en su interior.
Porque sus paredes son de cuarzo y amatista, basta con que penetre un pequeño rayo de sol, para que todo brille.
En esta oculta joya, vive la madre de todos los pájaros.
Vive solitaria como el águila, y posee el corazón sensible de un colibrí, temeroso y huidizo.
Con ella compartimos un origen, ambas llevamos marcado a fuego, el símbolo de ave fénix.
A muy corta edad pasamos por una muerte, la de los lazos de la sangre. La vida nos llevó de la mano en un cambio de escenario, y nos enseñó a construir otros lazos, tejidos con hilos de oro, Eternos.
Nuestras vidas, corren siempre en paralelo, con la esperanza de que, alguna vez, se encuentren, como ese punto ilusorio, en el horizonte.
Las dos, hemos vivido, distintas muertes, después de la primera. Cada una nos ha hecho crecer, y con lo que sobrevivía, con lo más exquisito que quedaba, construimos nuestros hábitat.
Yo, a veces, escalo la empinada montaña, y me siento en la entrada de su caverna. Para verla, entre el maravilloso juego de luces, y reflejos, que produce la luz. Y cada vez, que la encuentro, a Ella, atravesando el laberinto de brillos, desciendo con un pequeño regalo. Siempre me regala, algún trozo de sus piedras preciosas, con las que adorno, mi pequeño jardín.
Algunas veces, la madre de los pájaros, surca los cielos de mi bosque. Usa diferentes trajes, según su estado de animo. Así, puedo adivinar, como se siente.
Cuando toma forma de cuervo, con sus alas negras y sus graznidos desarmónicos, me doy cuenta que se siente muy triste. Cuando toma forma, de golondrina viajera, me doy cuenta que se siente con esperanza.
Algún día, encontrará su verdadero plumaje, y será único y exquisito, como el del ave del paraíso. Porque, tendrá todos los colores, tendrá la suma de sus vivencias, expresadas en color.
Ese día, no será necesario, para mí, que habite este bosque. Porque, podré escuchar su canto, desde cualquier lugar , donde estemos.
Habremos trascendido, los espacios físicos y seguiremos unidas. Viviendo, nuestra verdadera hermandad.

Así conviven, las presencias en mi bosque.
Ayudándome, a recapitular mi pasado. Y mezclando germen de futuro en mi vida.
Por eso son tan especiales. Porque Ellos han aceptado, encarnar mis dificultades, y mis posibilidades; para que pueda verlas.

Y eso sólo puede acontecer, cuando existe un compromiso de amor entre las almas.









No hay comentarios: