viernes, 31 de octubre de 2008

Las Presencias


Hay tre Seres que habitan en los confines de mi bosque.
Siempre han estado a mi lado, más nunca conmigo.
Tardé mucho en aprender a relacionarme con ellos, siempre distantes, aunque nunca ausentes.
Su aprente distancia, nuestras aparentes diferencias, hicieron llorar a mi corazón, que bañó este suelo y dió origen a la vida en mi bosque.
Yo pedía figuras humanas que compartieran mi vida.
Ellos en cambio, representaron presencias eternas, para que me acompañaran en mi existencia.
La vida los puso fuera del alcance de mi mano, para verlos mejor a la distancia, para que no los aprisionara en el amor fraterno.
Mi soledad me dio libertad.
Hoy que mi bosque esta lleno de vida, alzo mi mirada y puedo verlos, a cada uno, en el lugar que decidieron permanecer tratando de comprender sus vidas, lejos de mí.
Pero, cuando nuestros ojos se encuentran, sabemos, que las distancias y las diferencias, son ilusorias.
En los picos nevados, que se elevan en el horizonte, habitaba el guerrero de la orden del temple.
Su figura fue clave en mi vida. Su sombra me amparó desde mi infancia. Y hoy, permanezco bajo el amparo de su alma.
Con sus particularidades templó mi vida, con su dolor templó mi corazón y con su silencio templó mi mente.
Cuando estuve lista y madura, me llamó desde la cumbre con un perfume de jazmín salvaje. Yo abandoné mi bosque para ir a su encuentro, dejando atrás mis duendes, mi rey, todo lo que conformaba mi identidad.
Fui sola.
El me llamaba, para que fuera testigo de un momento único y maravilloso.
El guerrero había cumplido su tiempo de servicio en la orden y se iniciaba como caballero celeste.
Ya no habría lugar físico donde habitaría, su ermita sería derrumbada.
Pero a partir de ahora, podría encontrarlo cada vez que mi corazón lo convocara.
Ahora sí, habitaría mi bosque.
Su presencia se había transformado, en mi guardián etérico. Y sé, que mi protección, no podría jamás estar en mejores manos .
Fuera de mi bosque, al pié de las montañas, hay un pequeño palacio.
En él vive la Reina eterna de la primavera.
Su lugar está rodeado de frondosos rosales, con agudas espinas, haciéndolo casi impenetrable.
Es una belleza que puedo contemplar solo a la distancia, admirar su colorido, disfrutar su perfume.
Para poder ver a la Reina, debo esperar, esos mágicos momentos en los que ella decide salir.
Todavía puede verse en su rostro, la hermosura que la cubrió en su juventud. Sus ojos aún conservan el brillo de dos esmeraldas. Su femineidad está intacta.
Me recuerdo siendo niña, admirando su belleza; su sonrisa podía iluminar y alejar, como un conjuro, todos mis temores.
A través de los años, yo permanecí en esa misma postura. Mirando su reflejo en el espejo. Admirándola pero también, juzgándola. Creyéndola tan diferente a mí.
Hoy agradezco, que la maravillosa Gran Madre, que me acompañó toda mi vida; sosteniéndome en mis momentos de angustia y poniéndome en puntitas de pié en mis momentos de paz; pueda mirarme a través de sus ojos.
Por que puedo ver, que su belleza, es aún mas grande que la de su apariencia.
Por último, en la montaña más árida, que puedo divisar desde mi verde pradera, esa que no admite ni un arbusto, guarda en sus entrañas una gran caverna.
Tiene una apariencia oscura y sombría, desde lejos.
Pues su verdadera belleza, reside en su interior.
Porque sus paredes son de cuarzo y amatista, basta con que penetre un pequeño rayo de sol, para que todo brille.
En esta oculta joya, vive la madre de todos los pájaros.
Vive solitaria como el águila, y posee el corazón sensible de un colibrí, temeroso y huidizo.
Con ella compartimos un origen, ambas llevamos marcado a fuego, el símbolo de ave fénix.
A muy corta edad pasamos por una muerte, la de los lazos de la sangre. La vida nos llevó de la mano en un cambio de escenario, y nos enseñó a construir otros lazos, tejidos con hilos de oro, Eternos.
Nuestras vidas, corren siempre en paralelo, con la esperanza de que, alguna vez, se encuentren, como ese punto ilusorio, en el horizonte.
Las dos, hemos vivido, distintas muertes, después de la primera. Cada una nos ha hecho crecer, y con lo que sobrevivía, con lo más exquisito que quedaba, construimos nuestros hábitat.
Yo, a veces, escalo la empinada montaña, y me siento en la entrada de su caverna. Para verla, entre el maravilloso juego de luces, y reflejos, que produce la luz. Y cada vez, que la encuentro, a Ella, atravesando el laberinto de brillos, desciendo con un pequeño regalo. Siempre me regala, algún trozo de sus piedras preciosas, con las que adorno, mi pequeño jardín.
Algunas veces, la madre de los pájaros, surca los cielos de mi bosque. Usa diferentes trajes, según su estado de animo. Así, puedo adivinar, como se siente.
Cuando toma forma de cuervo, con sus alas negras y sus graznidos desarmónicos, me doy cuenta que se siente muy triste. Cuando toma forma, de golondrina viajera, me doy cuenta que se siente con esperanza.
Algún día, encontrará su verdadero plumaje, y será único y exquisito, como el del ave del paraíso. Porque, tendrá todos los colores, tendrá la suma de sus vivencias, expresadas en color.
Ese día, no será necesario, para mí, que habite este bosque. Porque, podré escuchar su canto, desde cualquier lugar , donde estemos.
Habremos trascendido, los espacios físicos y seguiremos unidas. Viviendo, nuestra verdadera hermandad.

Así conviven, las presencias en mi bosque.
Ayudándome, a recapitular mi pasado. Y mezclando germen de futuro en mi vida.
Por eso son tan especiales. Porque Ellos han aceptado, encarnar mis dificultades, y mis posibilidades; para que pueda verlas.

Y eso sólo puede acontecer, cuando existe un compromiso de amor entre las almas.









La Dama de Fuego


LA DAMA DE FUEGO.

Quién podrá desposar, a la dama de fuego?
Su ígnea belleza, seduce y encandila, sólo a la distancia.
Nada sobrevive al calor de sus llamas, ni siquiera sus sueños, ni siquiera su ilusión.
Sus explosiones solares, crean desiertos, que debe transitar.
Renaciendo una y otra vez de sus propias cenizas.
Pero la combustión, vuelve a renacer, también. Y ella queda, una vez más, atrapada entre sus paredes de fuego.
La dama, intenta comprender el proceso. Pero, como luchar contra su naturaleza solar?
Ella aún desconoce, a quien está templándola, cual espada sagrada.
Aquel que la protege, de posibles desvíos. Y que la ha acompañado siempre, hasta en su más terrible soledad.
Porque ella también cae en el hechizo, de sus propias llamas.
La dama de fuego, alzará su mirada un día, y podrá ver, a su Ángel Solar. Y cuando se fundan y sean uno, se encontrará con su destino.
Comprenderá que el aspecto superior del fuego, es la luz.
La luz que revela, que vence definitivamente, las sombras del valle del ilusión.
La luz que habita en esa dimensión, que se le presenta en sueños, y llena de paz su corazón.
Cuando la dama alce su mirada, comenzará a construir ese puente que la unirá con su hogar. Y sus pies hollaran el sendero, una vez más.
Sus ojos podrán ver, el hilo de luz, que la comunica y la alimenta, el sutrama, que une a su Ángel Solar con sus tres cuerpos inferiores.
Sabrá que sus cuerpos inferiores, son los causantes, del círculo de fuego que la circunda, y comenzará a distinguirlos.
Esto será el principio del fin, de la combustión.
Comprenderá que, lo único que la genera, es lo que no le pertenece. Y entonces verá que, las explosiones que sufre, en realidad la protegen. Porque desintegran los obstáculos y alivianan su equipaje. Incineran lo que no es autentico, en ella, y en su entorno.
Podrá ver, que cada cuerpo, produce un fuego en particular, que ella podrá comprender y sabrá como utilizarlos, en su más alta expresión.
Cada uno debe responder a su creador, y alinearse a él. Recordar y expresar, su naturaleza.
En este mirar, provocará el fuego interior, que purificará sus centros; preparando el templo para su señor.
Su cuerpo físico, heredero de todos sus olvidos, será el altar, donde se oficien, las bodas de la dama de fuego.
Comprenderá, que ése, es su sagrado destino.
El motivo para lo cual, fue creado. Con los componentes de todos los reinos, y con la sabiduría de millones de años de evolución.
Que cada célula que lo compone, está cargada con su historia, que espera por ella como fiel sirviente.
Su cuerpo emocional, es el que le permitirá sentir, el Amor mas grande, jamás imaginado.
Los vaivenes que hoy vive, sólo sirven para flexibilizarlo, para expandirlo y sutilizarlo.
Su sensibilidad, le permitirá ver y relacionarse, con la vida de todo lo que vive.
Su cuerpo mental, será el último bastión, a ser conquistado.
La dama de fuego, deberá reinar aquí. Traer orden y calma, para poder registrar el cambio producido, en sus otros cuerpos. Ella deberá entregarle sus perlas, que son la síntesis de sus milenios.
Porque su cuerpo mental, podrá también cumplir su misión, de receptor y comunicador de la verdad.
Dejará de interpretar, y comenzará a reflejar.

Cuando la dama de fuego, gobierne sus cuerpos y se exprese a través de ellos, estará lista para ser desposada.
El cáliz estará pronto, para recibir la vida nueva.
Su Ángel Solar podrá descender, y cumplir su propósito, destinado desde el inicio de los tiempos.

Entonces, ocurrirá el milagro.
Cada ser, en todos los planos de existencia, verá la gloria, de una Hija de Dios, caminando sobre la faz de la tierra.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Las Presencias



La partida del Guerrero del silencio

Hoy comenzaban los funerales de su padre.
El había sido un guerrero toda su vida, nunca fue condecorado por alguna hazaña en particular; pero jamás fue reprendido por algún error.
Ella siempre había estado orgullosa de ser su hija; veía lo que quizás otros no llegaban a ver de él. Veía su humildad, su obediencia, su bondad, su inocencia, su sentido de perfección; todo oculto detrás de su silencio. Por eso se lo conocía con ese nombre “el guerrero del silencio”.
Amaba en silencio, sufría en silencio y enseñaba en silencio.
Ella siempre caminó junto a él como hechizada por su figura; por su postura grave, seria y serena; esperando esos mágicos momentos en los que mostraba su ternura. Parecía conocer el lenguaje de la naturaleza, dedicaba horas al cuidado de sus rosales y no había semilla o gajo que se resistiera a su mano. Todas las mañanas, antes del amanecer alimentaba a los pájaros silvestres y ellos le regalaban ruidosas mañanas, llenas de trinos.
Sus días parecían ser exactamente iguales, todo a su debido horario, todo en un perfecto orden; que ella observaba pero no comprendía.
Ellos dos mantenían un lenguaje especial; ella decía siempre lo que él no quería oír, preguntaba siempre lo que él no quería contestar; hacía lo contrario de lo que él esperaba de ella. Ella desordenaba y él ponía todo en su lugar nuevamente; casi como un juego.
Y así se comunicaban entre risas y enojos, cada vez mas unidos por sus diferencias, en un intercambio que los nutría.
Los años pasaron y los ojos del guerrero acumularon tristeza, su andar se hizo mas lento y sus horas de soledad mas prolongadas; como si un gran dolor, guardado por años, escondido por años, hubiera llegado hasta sus huesos.
Sobrevino su enfermedad y por la fragilidad de su cuerpo era de esperarse que no duraría mucho tiempo.
Su hija se angustió mucho era algo inesperado, a pesar que había temido este momento desde pequeña, el temor a la despedida, a verlo partir.
Pidió ayuda, a Dios, a la vida; pidió consejos a médicos y a sus amigos del alma; el mensaje que recibió como respuesta fue el mismo, solamente podía acompañarlo.
En ese momento le pareció poco, le pareció nada; pero se dedicó a hacerlo, acompañarlo con la mente, con el corazón ; con el alma.
La enfermedad, muy lentamente, lo fue liberando de sus condicionamientos, de sus prejuicios; como un pasajero que se dispone a realizar un largo viaje y revisa su equipaje, sacando lo que no es necesario.
Lo primero que hizo fue romper el silencio y un día como cualquier otro abrió el cofre de los secretos y habló de su dolor; la herida mas importante de su corazón, la que nunca había cicatrizado, la que recibió en la batalla mas cruel que peleó en su vida.
En ese momento ella temió por él, sabía que su secreto lo había sostenido hasta ahora y se dio cuenta que los tiempos se acelerarían.
Después de la gran confesión, habló mucho, como si algo dentro suyo hubiera sido liberado, cumplido ya su pacto de silencio.
Le habló de su infancia, de sus ancestros, de sus momentos de alegría; mientras compartían infusiones que él preparaba con sumo cuidado y dedicación. Así pasaron muchas tardes; le enseño como debía podar los árboles y como cuidar su jardín, que flores florecían en invierno y cuales en primavera. Ella atesoraba cada palabra como queriendo grabarlas en su mente.
Pero a medida que crecía esta libertad, su cuerpo iba sufriendo el deterioro, como si la energía que siempre había cuidado su buena salud estuviera muy ocupada en otra cosa.
Las heridas que había llevado dentro, ahora florecían en su piel, expulsadas hacia fuera; expuestas como verdaderas medallas, pidiendo oxígeno. Y dejando otra maleta del equipaje su cuerpo dejó de obedecerle.
Ella sentía cada cosa que él iba dejando en el camino y podía ver las que permanecían, las particularidades que siempre había admirado, especialmente su aceptación. El agradecía cada sencilla comida como si fuera un manjar. No había ni un pequeño gesto que no fuera seguido por su agradecimiento. Su rostro estaba iluminado, no había dolor.
Poco a poco su mente se fue despidiendo también, dándole largos ratos de contemplación y en los momentos que retornaba le regalaba una síntesis. La primera fue: Lo efímero de la vida material.
A los pocos días le regalo la segunda: No aprisionar el amor en la forma.
Síntesis que hablaban de su vida, de sus errores y de su aprendizaje; y se las entregaba como una ofrenda.
Después de esto las palabras casi desaparecieron de sus labios, cuando podía pronunciarlas pedía volver al hogar de su infancia, como un deseo de retornar al origen.
Ellos seguían comunicándose con la mirada, cuando ella notaba temor en sus ojos, le tomaba la mano y oraba, oraba con devoción, con amor y el se serenaba otra vez. En los días de intenso calor refrescaba su cuerpo, enjugaba su frente con amor maternal y los ojos del padre le devolvían amor. Ya no necesitaban pelear, ya no necesitaban estar de acuerdo.
Se sentía tan afortunada de haber compartido su vida, de haberlo conocido, de poder acompañarlo, de poder sostener su mano, que tantas veces habían sostenido las suyas.
Pero su cuerpo ya no podía seguir resistiendo, algo invisible lo sostenía y le permitía seguir respirando. Quizás solo esperaba que sus tres amadas mujeres estuvieran listas para su partida.
Era el mes de marzo y se acercaba el día que sería su cumpleaños, El día que su estrella estaría alineada una vez más al planeta tierra.
La última noche que estuvo con él se quedó hasta verlo dormir y se fue a descansar. En su cama ella rezó por él, para que no se sintiera solo, le pidió a los ángeles que lo protegieran y rezó por ella, pidió fortaleza para dejarlo partir. Esa noche tuvo un sueño; soñó con el jardín de su padre, estaba muy verde y muy prolijamente cortado el pasto y los arbustos. No había flores que distrajeran su mirada, solo la perfección, la belleza y la simplicidad del verde. Despertó de repente cuando preguntó quien lo había hecho; Y tuvo la certeza de que se había ido.
Al cabo de una hora llegó la confirmación, la emoción se desbordó y brotaron de sus ojos manantiales de llanto, contenidos durante largo tiempo.
Eligió la ropa que su padre vestiría y cortó todas las flores, hasta la mas pequeña, como un último regalo que pudiera obsequiarle.
Pero algo mágico sucedió detrás del gran dolor que sentía, como una conexión que no se había perdido. Empezó a traducir todo lo que hablaba de él. Pudo seguir el hilo de perfección que había regido su vida ordenando también el presente; vio que el funeral era sencillo pero muy respetuoso, no emocional pero lleno de sentimiento. No faltaban ni sobraban personas en su despedida; Estaban presentes solamente quienes lo habían amado en verdad, quienes realmente habían sido personas claves en su vida. No había gritos ni lamentos discordantes, sino un respetuoso silencio; una plegaria que el mismo hubiera aceptado y una gran tristeza que los unía a todos en su adiós.

Ella volvió al hogar de su infancia, la vida se había ordenado de tal manera, que ella debería permanecer un tiempo en aquella casa, donde había crecido junto a él.
Su aroma estaba intacto, su presencia también. Poder percibirlo tan nítidamente fue un bálsamo para su alma, y a la vez saber que su cuerpo ya no sufría, que una gran parte de sus cadenas habían sido cortadas. Todavía quedaban las más sutiles, pero ella estaba dispuesta a acompañarlo hasta el final. Personalmente ordenó sus pertenencias; las armas con las que había librado las batallas de esta ronda, estaban pulidas, aseadas, habían sido cuidadas con esmero; conservó algunas y otras las regaló para que otras manos pudieran seguir dándoles vida. Descubrió sus pequeños tesoros, que guardaba con esa ternura infantil, que ella bien conocía; a estos tesoros los expuso al sol unos días, para que tomaran oxígeno y para que él pudiera rescatar la energía que había guardado con ellos. Vació su guardarropas y donó todas sus prendas, porque estaban en perfecto estado. Dedicó un tiempo especial, a recorrer el jardín diariamente, para ver si alguna planta en especial sentía tristeza, pero encontró orden también allí, como si aceptaran el reemplazo de sus manos, había brotes nuevos por todos lados, el jardín seguía vivo.
Ella sentía que estaba en un terreno muy privado, en lugares que nunca tiempo atrás se hubiera animado a invadir, pero ahora podía sentir su autorización, como si él le diera el permiso de conocerlo en su totalidad, de comprenderlo; y a la vez, cada cosa que ella asimilaba era algo, de lo que él se liberaba. Ahora jugaban otro juego, él soltaba y ella concientizaba.
Su tiempo en la casa paterna había llegado a su fin, y la vida la expulsó enérgicamente, quizás por que ella no hubiera sido capaz, de tomar esta decisión por cuenta propia, y hubiera dilatado los tiempos del proceso; pero era lo mejor para ella y su pequeña familia, ella debía retomar su atención a su pequeño circulo, y mezclar sus dos mundos.
Todo este movimientos de energías, impactó en la mas pequeña de las niñas, afectó su centro vital y tuvo que ser hospitalizada. La hija del guerrero se quedó con su pequeña, su atención estaba con ella y se alejó del padre, pero el padre no se alejó de ellas y las acompañó protegiéndolas con amor.
La pequeña se repuso, y la hija del guerrero tuvo que ordenar su nuevo hogar, en cada rincón de la casa puso algún objeto que le recordara a su padre, invocando también su protección.
Las primeras noches en la nueva casa fueron difíciles, como repasando todo lo vivido, las imágenes en su mente se presentaban casi sin intención. Revivía todos los pequeños encuentros que habían compartido, y ahora podía reconocer todas las veces que él le había demostrado su amor, pero inevitablemente las imágenes se continuaban hasta el final de sus días, y entonces reaparecía el dolor, el sufrimiento del guerrero, entonces el corazón de la hija se llenaba de pena. Hasta que comprendió que su padre estaba limpiando su cuerpo astral, y estaba cortando los lazos de la emoción; entonces lo acompañó con templanza.

Una tarde, en la que se encontraba sola en su hogar, de pronto se detuvo y dejó de hacer lo que estaba haciendo en ese momento, se quedó muy quieta porque sintió la presencia inconfundible de su padre detrás suyo, no emitió pensamiento por temor a alejarlo. Entonces sintió un cálido abrazo, en un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo, el aire tenía una densidad especial podía tocarse con la mano y no había noción del tiempo; todo esto sucedió en un cerrado silencio que podía escucharse ; las lágrimas brotaban de sus ojos, no eran lágrimas de pena ni de alegría, sólo desbordaban la intensidad del amor de ambos.
Cuando pudo darse vuelta, entendió que su padre había venido realmente a despedirse, sintió una gran liviandad en su pecho, en su alma y en el aire. Se sintió realmente feliz; el guerrero estaba libre, recién ahora dejaría de serlo, para transformarse sólo en su propia luz.

Este instante sembró futuro en su vida, sería una joya que guardaría por siempre en su alma, porque la partida del guerrero del silenció le dejó, como excelsa recompensa, la primera conciencia de su propia Inmortalidad.

La Dama de Hielo




Ella hace una eternidad que duerme pero no lo sabe.
Ella vive en su bloque de hielo que el tiempo le ayudó a forjar. Las edades sumaron frío y cristalización a su mundo; y lo que comenzó siendo su coraza creció y fue tomando su entorno. Congeló su bosque y sus lagos; sus duendes y sus hadas; sus flores y sus mariposas; congeló sus nubes y su sol.
Su mundo la acompañó en su tibio sueño; intacto, puro, latente; casi perfecto.
No se puede hablar de cuanto duró este estado porque ella estaba fuera del tiempo; casi feliz.
Nadie sabe, ni siquiera ella, porque empezó a dormir, quizás en un gran intento de mirarse por dentro cayó en el hechizo del universo interno; en el mágico paisaje que estaba pintado en su alma. Quizás no supo volver, quizás no quiso o quizás ya no supo distinguir, que estaba afuera y que estaba adentro, si estaba despierta o dormida.
Después de todo que importaba ya; tenía casi todo lo que quería, las imágenes de los seres que amaba, los recuerdos que guardaba en su corazón y sus ilusiones.
Pero fue el azar-destino quien intervino con su divina mano y arrebató de su sueño la imagen del amado dejándola sola en su mundo casi perfecto.
Siguiendo su aroma, lo buscó por todos los rincones; abrió todos sus cajones; con dolor, con llanto, con enojo, con furia; con desesperación, por que el aroma poco a poco se iba desvaneciendo también.
Cuando todo fue silencio, cuando la mente dejó de parlotear y su corazón dejo de llorar su alma la abrazó dulcemente y le susurró al oído, sólo una cosa quedaba por hacer.
Sintió el llamado de todos los seres que estaban congelados allá afuera esperando por ella; sintió su amor como una brisa de calor y por primera vez después de mucho tiempo su cuerpo tembló. Y con todo el miedo que podía caber en si misma abrió los ojos otra vez o quizás por primera vez.
Cristales de hielo se incrustaron en sus ojos, pero sostuvo la mirada. Mas allá, fuera de las paredes de hielo había una mirada; dos ojos profundos como dos soles negros. Era él sin duda, era su amado; cada célula de su cuerpo empezó como a moverse, como a presentirlo, como a extrañarlo; a despertar.
Recorrió con la mirada todo lo demás. Esto era la realidad? Comenzó a tener conciencia de lo que era adentro y lo que era afuera, con gran dificultad sus ojos le contaron las cosas que habían quedado fuera y como todo esperaba por ella.
Fue un instante de eternidad, como todo podía caber en este segundo? Todo su pasado y todo su futuro concentrado en un punto, en un vórtice; todo estaba en juego, su vida, su mundo, su amor y su alma.
Casi imperceptible, un pequeño calor nació en la base de su cóccix como un fuego serpentino que ascendía; no era nuevo, alguna vez lo había sentido ya, pero lo había controlado, por temor a lo que pudiera suceder; lo había anulado.
Ahora estaba decidida a escucharlo a dejarlo nacer y crecer. Sabía que era una fuerza poderosa, sabía que podía destruir todo o salvarla.
Se detuvo ahí, ¿qué podía destruir?
El fuego llegaba a su plexo.
Un cristal de hielo atravesó su corazón cuando comprendió el gran sacrificio, todo lo que la acompañó tanto tiempo, para forjar precisamente este instante, nada se resistía. Todas sus emociones, sus imágenes, sus ilusiones, sus mas altos pensamientos estaban ahora entregados, en sus manos, dispuestos.
El fuego ya era muy intenso y pasaba por su corazón bañándolo, calentándolo, curándolo. Le traía aromas tan añorados, aromas de incienso y mirra, a arenas del desierto; le traía sonidos muy amados, el cantar del río y el maravilloso silencio del templo.
Se sintió tan feliz, tan completa, que lloró, lloró y perdonó, su olvido, su miedo, su cansancio, su humanidad.
El fuego ya llegaba a su garganta y ya lo sentía como una bola de fuego; y como algo que no pudo detener, algo con vida propia; todo su ser, lo denso y lo sutil, lo físico y lo etérico, su cuerpo y su alma; Gritó. Con un sonido agudo y grave un sonido intenso y delicado a la vez, gritó: -“YO SOY !”
Las ondas del sonido quebraron el bloque de hielo que se convirtió en millones de estrellas y su grito fue escuchado en el universo entero.
Inmóvil, entera miró su bosque, todo brillaba, fresco, nuevo, vivo. Descubrió montañas, lagos y cascadas que nunca había visto.
Un hermoso pájaro azul le dio la bienvenida y se perdió en el horizonte; Como una bendición celestial una cálida lluvia besó sus largos cabellos negros, su piel recién nacida, sus pies descalzos.
Y entonces lo vio, junto al Jacaranda, mas hermoso que nunca, real, esperándola.

El Hada de leche y miel



LECHE Y MIEL


Después de un invierno duro y persistente, Mi bosque quedó completamente blanco.
Agradecimos los primeros días de primavera que con su tibio sol, comenzaba a derretir la nieve del suelo. Y cuando todo estuvo verde ora vez descubrí un pequeño brote nuevo, que empezaba a elevarse de la tierra. Había nacido a los pies del Gran Padre árbol.
La estación que recién entraba le daría fuerzas para crecer.
Todos los día los duendes venían a ver cuanto había crecido y en algunas noches todavía frías, hacían rondas a su alrededor para transmitirles su calor.
Una mañana descifré su naturaleza, era una hermosa planta de jazmín.
El verano se acercaba y la planta crecía fuerte y firme y empezamos a estar ansiosos por ver su primer capullo.
El Gran árbol había guardado escarcha en sus ramas mas grandes y así todos las mañanas dejaba caer unas gotas como besos de buenos días. Todos los seres de mi bosque estaban pendientes de ella; porque nos representaba la esperanza y la alegría, el renacer de la vida, lo que sobrevive al dolor.
Al finalizar el verano, la planta había dado varios capullos, que permanecían cerrados, todavía dormidos; pero había uno especial, por que era mas grande y por que estaba en el tallo mas alto, elevado hacia el cielo. Parecía como si ella hubiera tenido especial cuidado para crearlo.
En los primeros días de Abril todos los capullos se habían abierto menos el mas grande. Comenzamos a turnarnos para presenciar el momento de su nacimiento. Los duendes correteaban por todo el bosque y se acercaban cada tanto para ver si ya era hora.
Una noche mi Rey y yo estábamos sentados al pié del Gran árbol, viendo como iban apareciendo una a una las estrellas y el gran capullo comenzó lentamente a separar sus pétalos, su perfume era tan intenso que nos sentíamos embriagados; cuando el último pétalo se abrió, y nos mostró su centro, pudimos ver qué guardaba con tanto cuidado. Una preciosa hadita dormía en su interior, un Hada de leche y miel. El Gran árbol desprendió la última gota de escarcha que había guardado para ella y la pequeña hada despertó.
Su piel era blanca, como la nieve de la cual surgió, y sus enormes ojos eran negros como los de mi Rey. Sus alitas tenían todos los colores del arco iris y cuando las movía se escuchaba el sonido de un arpa, tocada por manos invisibles.
El intenso perfume que desprendía, fue como un llamado a todos los seres del bosque, que llegaron para darle la bienvenida. Los duendes fueron los primeros en llegar con sus risas, la abuela no olvidó traer miguitas de pan para alimentarla, el Trovador salió tan apurado que perdió su antifaz, el Hada madrina llegó y con sus mágicas manos le descubrió su primera sonrisa. El último en llegar fue el Guardián de los duendes, por lo precavido de su andar, pero como dice el antiguo libro, los últimos serán los primeros. El hadita de leche y miel hizo su primer vuelo, para ir a su encuentro, y como dos seres que se conocieran por edades entonaron juntos una canción, en un idioma que solo ellos dos compartían.
En ese momento nos dimos cuenta de que, además de la dulzura que traía a nosotros; también tenía muchas cosas que enseñarnos, con su corazón sus abrazos y sus besos que repartía tan generosamente.

Y los años pasaron y todos crecimos pero no cambiamos.
El Hada de leche y miel siempre revolotea a nuestro alrededor, en realidad hace lo que quiere con nosotros y una de las cosas que quiere es que seamos felices en verdad.
Nosotros siempre tenemos una excusa para reunirnos y armar grandes banquetes al pié del Padre Árbol , celebramos cumpleaños, Navidades, logros y acontecimientos; Siempre podemos, juntos, celebrar la Vida

Mi Bosque

Tengo cuatro duendes en mi jardín.
Aparecieron con el orden de las estaciones y cada uno guarda secretos de cada una de ellas.
El mas grande es el duende del Invierno; es agudo como punta de hielo, como pico nevado y tiene porte de príncipe. Gruñe como oso y vuela como águila solitaria de las cumbres. Es impecable y frágil como un lago helado. Tiene una caricia suave y sutil como sol de mediodía casi imperceptible pero llena de magia.
Después de él llegó el duende de la primavera y por supuesto su naturaleza es puramente femenina. Tiene la gracia del cervatillo que corretea por los bosques y el perfume de mil flores al abrirse. Despierta al amanecer con toda su energía, tiene risa como de cascabeles y cuando el sol se pone comienza lentamente a adormecerse. Sus ojitos tienen el brillo de las gotas del rocío. Posee el orgullo de la rosa del principito.
El tercero en hacer su aparición fue el duende del verano. Tiene cabellos rizados con el color del trigal y mejillas coloradas como el Dios de la vendimia. Corretea todo el día desnudo y desvergonzado y si algún extraño aparece en el bosque desaparece en un segundo, como típico duende. A veces pienso que cuando sea mayor va a perseguir a las ninfas todo el día. Su enojo dura, lo que una tormenta de verano. Tiene la frescura de todo lo que nace, de todo lo que brota. Posee una mezcla única de inocencia y picardía.
Y después de él llegó el duende del otoño. Vino con la fuerza de un torbellino de hojas secas. Tiene un amor cálido cargado de nostalgia y la calidez de un hogar a leña. Es impredecible como su estación puede regalarte una preciosa mañana cálida, una tarde lluviosa, o una tormentosa noche fría. Tiene el instinto maternal de la naturaleza misma y como ella posee en si misma la bravura y la calma.
Mi bosque esta habitado por muchos otros seres, tengo un ser muy especial, guardián de los duendes. Tiene mezcla de Robin Hood y del patriarca de los pájaros, aunque no es sabio su vida en si misma es sabiduría. Es el ser que nos hace recordar que siempre se puede seguir adelante, que después de la mas obscura noche espera un brillante amanecer, que nada es imposible. Voz de hombre corazón de niño. Tiene una mente libre como el viento y un alma pura como luz de luna llena.
Como todo bosque, tenemos un hada madrina con su hechizo puede disipar los mas grandes nubarrones y regalarnos un arco iris. Corazón abierto para los desamparados. Cuando los duendes pelean van a refugiarse entre sus faldas y con una caricia transforma la lágrima en sonrisa. Tiene la virtud de la simpleza, gracia de hada y corazón de leona.
Hay un trovador que habita nuestro bosque con mente ágil y corazón soñador. Lleva un antifaz para esconderse un poco, pues siempre teme ser herido. Aparenta ser muy libre, aunque todos sabemos que sus pies ya son fuertes raíces en nuestra tierra. Cuando tare una nueva canción todos nos sentamos a escucharlo, para los duendes es un ídolo y su música siempre nos agrada. Luego parte a viajes muy internos buscando ana nueva melodía o quizás la única, que encierre todo lo que necesita escuchar de él mismo.
En una cabaña muy cálida vive nuestra abuela, su hogar es perfecto, es cálido en invierno y fresco en el verano. Siempre hay lugar en su mesa, y en su cama, para algún duende, en las noches de miedo. Sus bolsillos guardan siempre un dulce para alguna emergencia y sus hilos y agujas están siempre dispuestos para algún botón o remiendo. Posee el don de la providencia.
En el centro del bosque hay un ser que es como el gran Padre, fue el constructor de la cabaña y el que sembró muchos de nuestros árboles. Tiene un corazón noble como la madera en el que están tallados todos nuestros nombres. Cierto día se sentó justo allí, en el centro, quizás por el peso de su vida misma y aunque ya casi no habla todos sabemos cuanto nos ama. Sé que lentamente se irá transformando en el árbol mas grande y hermoso que habite nuestro bosque, para seguir dándonos lo mejor de si mismo. Para darnos sombra y amparo, para regalarnos sus mas preciadas flores y frutos, para alimentarnos a nosotros y a las generaciones nuevas.
También voy a hablarles de mi Rey El es el Rey de mi bosque aunque no lleva corona y viste ropas de soldado. Su corazón es un gran cofre de oro que guarda tesoros invaluables. Es mi protector. Tiene el don de la sinceridad. Tiene el alma clara y cristalina como el manantial. Es como un dragón alado puede enojarse y lanzar llamaradas, pero siempre puede volar para rescatar la paz de su propio cielo. El es la leyenda viva del rey que abandonó su palacio y sus riquezas para correr desnudo por las praderas y como dijo alguien alguna vez, quien renuncia a un trono debe ser más grande que su reino.
Me gustaría hablarles de mí, pero no puedo definirme muy bien. Tengo mezcla de bruja blanca y de madre tierra. Soy una pequeña parte de todos ellos y ellos son hermosas flores en mis ramas. Me alegro en sus alegrías y sufro en sus pesares y de cuando en cuando me alejo a mis íntimos abismos a visitar a mis monstruos y hadas imaginarios. Pero siempre retorno, necesito de mi bosque, necesito su calor. Y aunque no todo es perfecto, porque aquí hay tormentas y hay nevadas que parecieran acabar con todo, siempre hay algo mágico que nos vuelve a unir, nuestro mismo amor nos redime.
Y aunque sé que nada es eterno, no creo en la muerte.
Quizás cambiemos de formas, quizás nos abriguen distintos cielos pero siempre vamos a pertenecernos unos a otros, Porque todo lo que se da con amor, nunca se pierde.