jueves, 13 de noviembre de 2008

LA HIJA DEL SOL

LA HIJA DEL SOL


Esta es la historia de una de las hijas del sol; que como muchos de sus hermanos, eligió ser enviada al planeta tierra, porque se acercaban los tiempos decisivos para este hermoso mundo y por lo tanto necesitaba mucha luz.
Como todos, apenas atravesó la atmósfera terrestre olvidó su linaje y su misión; precisamente por que su tarea de recordarlo, era parte de esa luz que brindaría.
Nació en una ciudad cerca del océano atlántico, en un hogar común, que le brindaría las circunstancias propicias para su autoreconocimiento.
La única persona que pudo presentir su origen era su Madre; pues desde su gestación sintió que era diferente. Ella la observaba, aún siendo pequeña, tenía cualidades que la asombraban, decía siempre la verdad y era muy valiente desde temprana edad.
Era una hermosa niña con ojos chispeantes y cabellos del color de su estrella.
Amaba el mar, podía sentarse horas a contemplarlo, quizás porque su murmullo le hablaba de aquel continente desaparecido, bajo sus aguas, que alguna vez fuera habitado por antiguos hermanos.
Amaba el sol, el único capaz de curar las heridas de su piel, que reflejaba sus temores y sus angustias; era su fuente de energía.
Por la fuerza de su interior, tuvo una adolescencia explosiva, no reconocía autoridad alguna; por que seres así solo pueden obedecer a su alma, pero todavía faltaban procesos para que llegara ese momento.
Sus padres terrestres que no sabían como educar a un ser con tanta energía, decidieron cruzar el gran río, e instalarse en la ciudad ,que decían tenía buenos aires. A la tierra que posee una de los puntos neurálgicos del planeta; porque nada, escapa a los planes divinos.
En su nueva tierra la Hija del Sol encontró estabilidad en el afuera, pero los conflictos comenzaron a ser mas serios dentro de su propio hogar; simplemente era un paso más para que ella viera las cosas que no le pertenecían. Como el cuento del patito feo que necesita el rechazo para conocer que era un cisne, y tuviera conciencia de serlo.
La Hija del Sol se enamoró de un noble hombre, con firmes valores, sencillo y cálido, que la hizo creer en el amor y en formar un hogar propio.
Su Madre al ver a su hija contenida, tomó una decisión postergada muchas veces y retornó, sola, a su tierra natal.
Ella quedó con el corazón dividido por el gran río, pero no podía impedir que su madre buscara algo de paz.
La Vida, iba formando un gran torbellino a su alrededor, el tiempo pasaba y la Hija del Sol debía reconocer su verdadero linaje; no podía dejar que se perdiera en Maya.
En uno de sus viajes habituales para visitar a su Madre, le fue entregado un libro. Un libro que hablaba de un planeta superior y sus formas de vida. Algunas de sus células solares entendieron el mensaje del libro, pero no era suficiente; Maya la estaba absorbiendo.
Y como esas cosas que uno jamás elegiría con su mente, sino sólo con su alma; su Madre partió de este mundo, de una manera dolorosa para su hija. Y el gran torbellino se convirtió en huracán que no dejó nada en pié. Arrasó con todas sus ilusiones y venció a Maya.
Pasó un tiempo antes de que se dispusiera a revisar que había quedado; pocas cosas sobrevivieron, el amor por su hijo y la incondicional compañía y contención de su noble hombre; pero un pequeño centro había sido despertado, un sol había nacido en su plexo, pequeño aún, pero con un perfume que no podía ser olvidado.
Guardó los recuerdos de su Madre y junto con ellos el libro que le fuera entregado, como un mapa que, todavía, debía ser descifrado. Pero el dolor por la pérdida persistía, su alma lo guardaba como recordatorio que le permitía no caer en nuevas ilusiones y en ese desierto se llenó de hastío.
Al poco tiempo conoció a una hermana solar, que también estaba en su propio proceso de reconocimiento, se identificaron enseguida y se hicieron buenas amigas. Compartieron situaciones humanas, pero cuando se encontraban solas a conversar, sus soles se comunicaban. Fueron una para la otra bondadosos espejos.
Su amiga, que podía ver su hastío, le habló de su Maestro y ella le mostró su libro. Una vez más la sincronicidad de la vida les confirmó su conexión.
La Hija del Sol no siguió al Maestro, porque aunque las unía un mismo destino de reconocerse, cada ser elige su propio camino; porque lo que cada uno ES, es para si mismo el camino, la verdad y la vida, como enseñó el Gran Maestro.
Nuevas vidas llegaron a sus manos, que la llenaron de nuevas obligaciones, nuevas distracciones; pero el hastío permanecía y ahora además había desorden.
Una antigua filosofía, recordada en estos tiempos, llegó a ella; y la sed de conocimiento fue despertada. Venció al hastío y reforzó el sol de su plexo, los destellos de este sol se encargaron de borrar las sombras que se habían instalado a su alrededor. Y en un segundo, de esos que no se pueden medir en el tiempo, recordó su misión. Recordó que debía entregar luz.
Y como cada pequeño gran paso, que damos en el camino de evolución, es reconocido por el universo entero; Su Padre Sol la besó, despertando sus otros centros que comenzaron de a poco a alinearse, trayendo orden a su vida y verdadero calor de hogar a su familia.
Las amigas celebraron.
Todavía quedan cosas por recordar, cosas por aprender y procesos que atravesar; pero sé que cuando los tiempos lleguen y los humanos decidan el futuro de la Nueva tierra, y la naturaleza sea escuchada y viva en armonía con los hombres, Ellas y sus muchos hermanos solares estarán listos; brillarán en su plenitud como verdaderos faros, concientes de sí mismos, cumpliendo su misión.

Ese es mi deseo, Así sea.

EL PRINCIPITO

Desde que dejó el planeta tierra, antes aún del beso de la serpiente amarilla, guardó en su corazón el deseo de volver.
Pero ahora debía partir, él era responsable de su rosa y no podía abandonarla. El viaje de retorno fue rápido y fugaz, fue un viaje sin escalas, directo.
Cuando llegó a su pequeño planeta, todo estaba en orden, como si no hubiera transcurrido el tiempo en su ausencia; pero no todo estaba igual. Se sentó frente a su rosa, esperando recibir algún reproche por su abandono, y en cambio, ella le pidió muy animadamente que le contara todo acerca de su viaje.
El Principito, que era todo un caballero, le dijo que primero quería saber cómo se sentía ella, como había estado en ese tiempo que estuvo sola.
Pero la Flor había crecido realmente, había dejado de lado su particular orgullo, y había tomado conciencia de su amor por él; entonces sólo dijo que lo había extrañado pero que se encontraba muy bien, y volvió a pedirle que le relatara su aventura.
El hombre- niño, de cabellos dorados, comenzó su relato, le habló de todos los seres extraños que se había cruzado en los planetas pequeños y también le habló de un enorme y hermoso planeta, al que llamaban Tierra. Cuando hablaba de las cosas que había vivido allí, sus ojos se iluminaban, recordando su inmensidad, la diversidad de los seres que la habitaban, los amigos que había conocido. También le habló de cómo el viaje le había servido, para comprender su amor por ella, y lo especial que era en su corazón.
Después le mostró el cordero que había traído, para que comiera los brotes de baobabs; y también le mostró la caja y el bozal, para que no tuviera miedo de él.
Pero ella ya no temía por su vida, lo escuchaba con tanta atención sin interrumpirlo, y estaba feliz;
Feliz por volver a verlo, por volver a escucharlo y por seguir siendo tan importante para él.
Entonces la Rosa le preguntó si le gustaría regresar a ese planeta tan grande, en el que había estado. El rostro del príncipe volvió a iluminarse, le contestó que sería fantástico, que podrían hacer el viaje juntos esta vez, y así podría enseñarle todo lo que había visto, y recorrer muchos otros lugares que no conocía todavía.
Ella contestó que con gusto lo acompañaría, pero que ahora debían descansar y mañana seguirían hablando.
A la mañana siguiente, el Principito, cumplió con sus deberes de todos los días, sólo que los disfrutó especialmente, como algo nuevo, como algo único.
Cuando fue a sacar el globo de su Rosa, notó que tres pétalos se le habían desprendido, entonces le preguntó que estaba pasando. Pero ella estaba muy tranquila, y le dijo que era algo natural, que era su renovación, y que hasta se sentía más liviana, y sin darle mayor importancia lo animó a que programara el viaje.
Decidieron que el cordero se quedaría, así mantendría el planeta limpio, hasta cuando volvieran, y entre risas y planes pasó otro día.
Un nuevo día comenzaba, y cuando el Principito fue a saludar a su flor, notó que nuevos pétalos se habían desprendido de ella, y realmente se preocupó.
Entonces ella le explicó, que estaba cambiando de estado, precisamente para poder acompañarlo, que en su centro estaba lo más importante, sus semillas; que él podría llevar y plantar en todos los lugares que iba a recorrer, y así ella podría acompañarlo siempre. Estas semillas contenían todo lo que ella había aprendido del amor, eran rosas sin espinas . Y antes de ir a dormir le dijo: “Esta noche terminará el proceso, parecerá como que he muerto, pero tu sabes que no es así “
Cuando el Principito despertó, vio el resto de los pétalos en el suelo, y en el tallo, sólo había como un pequeño corazón, repleto de semillas; lo cortó y lo guardó en su pecho cerca de su corazón.
El pequeño hombre sacó el bozal de su cordero, y se trepó a una estrella fugaz, que casualmente pasaba por su cielo.
La estrella lo llevó directo a Venus, y el Principito se sentó a mirar la Tierra.
Estaba en el planeta del Amor, y esa atmósfera lo abrazó y lo contuvo, para que pudiera decidir sin apuros dónde descender.
Eligió un continente con mucho verde, que estaba bañado por una mar magníficamente azul, porque nunca había vivido en un lugar tan bello.
Eligió un país, donde la familia era valorada y sus habitantes cálidos, porque eran cosas que ansiaba vivir.
Se tomó un tiempo especial, para elegir a su familia; hasta que la encontró.
Encontró una que le resultó muy especial, sus seres formaban un circulo que le recordaba a su planeta, porque todo estaba intercomunicado, interrelacionado; y era un círculo que siempre estaba abierto para recibir a un nuevo integrante. Ellos guardaban un amoroso respeto y nostalgia por su tierra de origen, que quedaba al otro lado del océano, como él.
El hombre que sería su padre, tenía la fortaleza de los baobabs.
La mujer que sería su madre, le recordaba definitivamente a su Rosa, por su gracia y belleza.
La niña que sería su hermana, le evocó la bandada de pájaros silvestres que lo asistieron, para viajar hace un tiempo atrás; y pensó que sería muy bueno tener siempre cerca a alguien así, que lo ayudara a levantar vuelo y que le enseñara a perder la gravedad, cuando lo necesitara.
Esta familia especial también tenía, tres volcanes, como los de su planeta, uno grande y dos más pequeños; de esos que dan calor, calor de hogar.
Entonces se preguntó que podría él ofrecer, a una familia tan especial, y pensó en sus semillas.
El principito estaba listo para su gran aventura, a partir de ahora sólo sería un niño, un niño humano. Se despojó de todo, sólo conservó las semillas en el centro de su alma; descendió y olvidó. Venus lo despidió con una lluvia de polvo de estrellas.

El niño dorado, trajo una felicidad de otro planeta, y su alma sembró.

El joven dorado, deslumbró con su belleza y cautivó con la bondad de su corazón, y su alma sembró.

El Hombre dorado, aprendió la sabiduría de los humanos, y su alma sembró.
El Hombre dorado, hoy tiene el mundo a sus pies, pero en sus ojos puede verse la nostalgia, nostalgia de su planeta, de su inocencia y sobre todo nostalgia por su Rosa.

Llegará el día en que recuerde su propia sabiduría, la que aprendió en sus viajes, la que aprendió con su Rosa, El Principito será Rey de su planeta, de su mente y de sus emociones; entonces, dejará de mirar el cielo en busca de bandadas de pájaros silvestres; porque podrá ver como florecieron todas las semillas que sembró.
Verá sus Rosas, que no son como las de la Tierra, son especiales. Porque son Rosas que poseen conciencia del amor, de ese que nos hace especiales, y diferentes a todos los demás; que no nos condiciona, que vence al orgullo, que da lo mejor de sí mismo; que nos hace ver con el corazón lo esencial, lo que es invisible a los ojos.
Sabrá que la inocencia que se nos va, gota a gota, como evaporándose, en su partida siempre tiene algo para dejarnos, que si podemos verlo, entenderemos porque nos deja; que crecer es necesario para que nuestra conciencia abrace el universo, y que en realidad ella sólo se esconde en el centro de nuestra alma, hasta que podamos reencontrarla.
Podrá ver que todo lo que desea dar, en realidad ya lo ha dado; porque más allá de lo que su corazón ofrece con noble intención, está lo que de él emana; lo que irradia, el brillo de su pureza.

Entonces sabrá que está en casa, y que no está solo, y dejará de volar.
Su risa volverá a ser como cascabeles, y estará feliz de haber hecho este viaje.
Entonces se sentará para ver amaneceres.

Y todos los que esperamos por años su regreso, podremos escribirle al aviador, donde sea que se encuentre, para contarle que El Principito ha vuelto.

sábado, 1 de noviembre de 2008

habitantes de dos Mundos


HABITANTES DE DOS MUNDOS

El y Ella nacieron, como todos los que nacen, en la tierra de Maya; la tierra de la gran Ilusión.
Crecieron y se buscaron, sufrieron y se buscaron, empezaron a aprender y se encontraron.
Los dos habían escuchado, la vieja leyenda de la otra tierra, la leyenda de Shambala; la tierra de la Libertad.
Pero era tan solo eso aún, una leyenda, apenas pronunciada, en algunos libros, en algunos sueños.
La unión de sus corazones era profunda, pero las leyes de Maya atentaban contra su amor, y para protegerlo y protegerse ellos mismos; decidieron un día emprender el viaje y comprobar si la otra tierra existía en realidad. Si podían formar parte de esa realidad.
No fue fácil tomar la decisión de comenzar el viaje, el solo hecho de preparar el equipaje, indicaba que había cosas que habría que dejar atrás; de igual manera estaban decididos a realizarlo, y comenzaron a hacerlo.
Se escucharon las primeras advertencias del resto de los habitantes, de sus compatriotas, que les insinuaban, que muchos fallaban en su búsqueda, que era un camino difícil y largo, que los desiertos que había que atravesar quemaban todo lo humano que existiera dentro de ellos; que muchos se perdían en los senderos y nunca la encontraban.
Pero se sentían fuertes en su amor y ya era algo inevitable para ellos, el empezar a caminar.
Cuando apenas habían dado los primeros pasos, tuvieron la primer prueba, la primera de muchas que se sucederían en el tiempo; pero como toda prueba guarda su divina posibilidad, ellos solo vieron eso, la posibilidad divina.
Ella estaba encinta.
Esto representaba muchas cosas, algunas pudieron verlas enseguida y otras tardarían años en traducirlas.
Una nueva vida había sido enviada a sus manos, lo primero que vieron era la bendición que esto traía, y eso fue felicidad humana que los hizo brillar; pero también comprendieron que debían preparase para recibir a este nuevo ser, y eso era un deseo profundo de sus corazones. El pedido fue escuchado por los moradores de la otra tierra, y se acercó a ellos un verdadero embajador de aquel lugar.
El y Ella conocieron a su Maestro. Lo reconocieron sin entenderlo todavía. Pero desde ese momento, supieron que su sueño de salir de Maya se cumpliría algún día, y entregaron sus vidas a la plenitud de su mirada.
Aprendieron que el viaje que debían realizar era interno, en primer lugar; que se encontraban en el correcto lugar, que donde estaban era donde empezarían aprender.
El Maestro les habló de la planificación de la existencia, de los ángeles del destino y de la oportunidad que tenían al estar tan cerca de estas realidades. La dulce espera los llenó de paz y de esperanza.
Una niña del sol llegó a sus brazos, y llenó de calor su hogar humano. La energía de la nueva vida regeneró las suyas y vivieron un tiempo de elevación, olvidando las leyes de Maya, creyendo no necesitarlas.
Pero Maya es una madre cruel, que pone a prueba cada decisión que tomamos, y la pequeña familia perdió su independencia económica. Ellos deberían darle el justo valor al dinero, administrar correctamente la energía que representa y con esta lección actualizarían también su pasado kármico. La prueba era grande pero era acorde a su compromiso.
Y no estaban solos, como nunca lo estamos, había seres con sus mismas ansias de libertad que los ayudaron a comprender, seres que compartían su búsqueda; gracias a ellos conocieron el verdadero sentido de la amistad, la amistad de almas que comparten un camino sagrado, que comparten un estigma invisible, que se reconoce en la alegría del reencuentro.
En muy poco tiempo recibieron su segunda bendición, un nuevo ser llegaría a sus vidas, y a pesar de sus temores, no perdieron la calma; como empezando, poco a poco, a caminar sobre las aguas. Todavía contaban con el amparo de su maestro, al que veían frecuentemente, y esto los alimentaba y los sostenía.
Una hermosa niña venusina llegó al hogar, con el brillo de sus ojos les habló de la inocencia. Fueron una familia, humanamente feliz.

La pareja estaba lista para su próxima lección, una que no se esperaban, ajustar su amor y su unión a las leyes de la otra tierra.
Sus corazones conocieron el dolor de perderse en el abismo, para volver e reencontrarse.
Ella espero al borde, contemplando como El se perdía en la oscuridad, temiendo que no encontrara el camino de retorno; pero El era un guerrero y emprendió el descenso con su recuerdo en el alma; Cada una debería vivir cosas diferentes esta vez.
A pesar de la distancia, estaban juntos en el amparo de su Maestro. Él les habló del Amor Mágico, del amor que vence la muerte, la muerte de los egos. Les habló de las bodas internas, de los regalos que intercambian los amantes en cada reencuentro, les habló de su pasado y de su futuro, y celebró por ellos, como sabiendo el desenlace de su historia; algo que ellos todavía no conocían.

El regresó, con su corazón marcado a fuego, su mirada había cambiado, había huellas del dolor que había vivido, pero en su sonrisa mas dulce aún, se podía ver que su alma se había alineado con su destino; pero estas cosas serían para traducir más adelante, en ese momento sólo importaba el reencuentro. El y Ella se abrazaron, como para no soltarse nunca, y se juraron una vez mas, amor eterno.

Su nueva unión, la de sus almas, se abocó a la tarea de educar a sus pequeñas niñas.
Cumplieron con todas las obligaciones que imponía Maya, aunque ya no tuviera poder sobre sus corazones, no quisieron desafiarla nuevamente y decidieron respetar los tiempos terrestres, sin abandonar en su interior el sueño de poder partir cuando estuvieran listos.
En apariencia eran una familia como todas las demás, pero en la intimidad comenzaban hablar en el idioma de la otra tierra, y las niñas se familiarizaban con ambos lenguajes.
De a poco iban llegando a sus manos, textos escritos por antiguos buscadores y Ellos los leían y los asimilaban, sorprendiéndose a veces de que la verdad esté tan al alcance de la mano; y a la vez tan oculta, a los ojos, de quienes aún no pueden comprenderla. Comenzaron a vivir la expansión de sus propias conciencias, compartiendo los datos que iban registrando; de esta manera pudieron empezar a traducir sus vivencias pasadas, como leyendo cartas que la vida iba escribiendo y dejando, para Ellos.
El color de sus auras, fue haciéndose más luminoso pero todavía no estaban listos para predicar, sus canales de expresión fueron dirigidos hacia el arte, de esta manera podían expresar toda la belleza que sus ojos comenzaban a descubrir.
Casi sin percibirlo, su entorno comenzó a aquietarse, a estabilizarse, y sus oídos empezaron a percibir una leve melodía, encantadora; era Maya entonando su arrullo, coma una mágica madre que invita a sus hijos a dormir.
El y ella cayeron en un tibio sueño, como cayendo en su trampa ó quizás, para comunicarle al resto de su ser lo aprendido.
Aún dentro de este tibio adormecerse, podían escuchar la voz del Maestro. Les hablaba desde su lugar habitual, sabiendo que a pesar de ese aparente sueño, algo en ellos permanecía atento a su palabra. La predica del Maestro se tornaba grave en estos días, y les hablaba de tiempos decisivos, de tiempos finales, de juicios y revelaciones.
Y en medio del cálido sueño, otro ser estaba listo para formar parte de sus vidas.
El cuerpo de Ella, había dado asilo a una nueva alma.
Los interrogantes que aparecieron, los sacaron mágicamente del letargo, nuevos compromisos con Maya los hicieron dudar de su pronta partida, pero a pesar de eso, esta nueva bendición venía con una enorme cuota de alegría.
La familia recibió en su seno a una niña venida de Júpiter, sus ojos melancólicos traían la bondad y la nobleza de su planeta.

Los dones que traía fueron entregados a sus padres, y a la vez les marcaron dos caminos diferentes.
Ella recibió la bondad, que volcó en su familia, en sus pequeñas y en su vida misma, tuvo bondad con su pasado y con sus errores, bondad con su humanidad.
Él recibió la nobleza; y fue sincero, primero consigo mismo, y fue en busca de sus mas
Grandes temores y los enfrentó. Pero era un camino solitario.
Ella notaba la distancia, pero a la vez estaba muy ocupada con sus obligaciones de madre; siempre supo que ese viaje llegaría un día y sin tener plena de conciencia de lo que estaba sucediendo, en el fondo de su corazón esperaba.
Cuando se miraban a los ojos era como verse reflejados en un espejo, a veces no gustaban de lo que veían, pero la unión aún era fuerte y estaba intacta; sus almas dialogaban más allá de lo que hicieran sus humanidades.
Y como todo tiene un tiempo, Uno transita entre el espacio interior y el exterior, descubriendo siempre mas inmensidades. Era hora de mirar hacia el universo, y elevar sus miradas. El Maestro partió hacia su tierra de origen, dejando una estela que Ellos deberían seguir.
Él y Ella se conmocionaron con su partida, cada elemento de su ser lo despidió acorde a su naturaleza, sus cuerpos emocionales lloraron a ese Ser tan especial y único, que les había enseñado el Sentido de la Vida; sus mentes cumplieron la tarea de traerles calma, recordándoles que El Maestro no dejaba de existir, y que podrían volver a escucharlo, si sabían encontrar su frecuencia.
Sus almas guardaron un respetuoso silencio de amor, y sus espíritus permanecieron en vela, con sus lámparas encendidas, acompañándolo en su cambio de escenario.
Pero este hecho, a pesar del dolor, sembraba futuro en sus vidas, era un inicio de aconteceres. Como la piedra que cae al estanque, e inicia una onda que, poco a poco, crece hasta abarcarlo todo, tanto la superficie como la profundidad; así, la energía del Maestro, recorrió todos sus centros, comunicándolos; dejándoles como mensaje, como lección, como desafío, vivir desde la unidad de su propio Ser.
Sus almas prometieron, no olvidarlo, que no sería en vano el haberlo conocido, y con esa promesa
resonando en su interior lo dejaron partir, con un hasta luego.

Cuando retornaron a su vida habitual y a su estado de conciencia habitual, la gravedad se había instalado en sus atmósferas. Todo caía por su propio peso, ya no era necesario decidir prácticamente nada. No había indecisión, no había dudas. Los sucesos sólo se precipitaban, a un ritmo que sólo les demandaba atención.
Atención y síntesis, resumían el estado de sus conciencias.
Obediencia y aceptación, el de sus humanidades.
Los lazos que unían a la pequeña familia, se reforzaron en amor y en celebración por la vida.

En ese transcurrir de aconteceres, surgió un viaje a la montaña sagrada, el lugar que encierra uno de los misterios del próximo tiempo. Un lugar donde la leyenda de Shambala es mucho más que eso, es una realidad, que puede sentirse en su atmósfera, si uno está preparado y dispuesto.
Todo se organizó en sus vidas para que nada impidiera el viaje, y partieron despedidos de su mundo e impulsados o absorbidos por otro que aún no conocían.
Viajaron buscando sólo paz para sus corazones, remanso y descanso para sus humanidades e implorando luz para sus almas.
Una vez allí se encontraron con sus amigos del alma, la alegría los iluminó por dentro y por fuera.

La belleza del lugar, la armonía de sonidos, de colores, de composición química del aire, fue el escenario perfecto para el reencuentro de sus almas. Fue como un regalo del Gran Padre y de la Gran Madre, bendiciéndolos. Una vez mas, El y Ella estaban unidos, intercambiando regalos, como tantas veces a través de las edades, renovando votos, con cielo y tierra como testigos.
Una vez más atravesaban el espejo para abrazarse, una vez más danzaban juntos en la luz, sintiéndose tan antiguos y tan jóvenes como las estrellas.
Una vez más, estaban preparados, para enfrentar el destino, para recibir lo que debiera ser; porque habían vuelto a su origen.

Con este sentimiento de integridad y comunión con si mismos, El y Ella, junto a sus amigos del alma, iniciaron el ascenso, a una de las montañas, de aquel maravilloso lugar.
Desde la cima, se podía apreciar la inmensidad, la perfección y la generosidad de la creación.
Sus humanidades oraron, casi como entonando un himno de agradecimiento, un himno dedicado a los habitantes de Shambala, a sus Guías, a sus protectores, a su Maestro, a sus Hermanos Mayores.
Mágicamente recibieron una respuesta a sus plegarias, y pudieron ver el himno de Shambala, era una sinfonía de luces, que los saludaban, los reconocían y les daban la bienvenida.
Frente a sus ojos, en el valle que se extendía en el horizonte, los velos fueron rasgados y se hizo visible la ciudad de Luz, Shambala. Brillaba en todo su esplendor, propagando su energía que llegaba hasta Ellos, transfigurándolos. Sus vestiduras fueron reemplazadas por hermosas túnicas blancas, porque a partir de ese momento, ellos serían transmisores de luz, fuente de esperanza para los buscadores, y podrían ser reconocidos por aquellos que tienen ojos para ver.

El y Ella retornaron a Maya, sabiendo porque. Comprendiendo, la gran Misión que cumple Maya preparando a sus hijos hasta que estén listos para partir, las diferentes e infinitas formas que tiene para prepararlos y formarlos. Entendiendo su infinita compasión, su paciencia y su constancia. Y sobre todas las cosas, su amorosa obediencia al plan divino y sus designios.

El y Ella son hoy Habitantes de dos mundos, aprendiendo y comprendiendo las leyes de ambos; comunicándolos, para que cada uno preste su servicio al otro; Hasta el día en que ambos sean Uno, tanto dentro como fuera de Ellos.