miércoles, 29 de octubre de 2008

La Dama de Hielo




Ella hace una eternidad que duerme pero no lo sabe.
Ella vive en su bloque de hielo que el tiempo le ayudó a forjar. Las edades sumaron frío y cristalización a su mundo; y lo que comenzó siendo su coraza creció y fue tomando su entorno. Congeló su bosque y sus lagos; sus duendes y sus hadas; sus flores y sus mariposas; congeló sus nubes y su sol.
Su mundo la acompañó en su tibio sueño; intacto, puro, latente; casi perfecto.
No se puede hablar de cuanto duró este estado porque ella estaba fuera del tiempo; casi feliz.
Nadie sabe, ni siquiera ella, porque empezó a dormir, quizás en un gran intento de mirarse por dentro cayó en el hechizo del universo interno; en el mágico paisaje que estaba pintado en su alma. Quizás no supo volver, quizás no quiso o quizás ya no supo distinguir, que estaba afuera y que estaba adentro, si estaba despierta o dormida.
Después de todo que importaba ya; tenía casi todo lo que quería, las imágenes de los seres que amaba, los recuerdos que guardaba en su corazón y sus ilusiones.
Pero fue el azar-destino quien intervino con su divina mano y arrebató de su sueño la imagen del amado dejándola sola en su mundo casi perfecto.
Siguiendo su aroma, lo buscó por todos los rincones; abrió todos sus cajones; con dolor, con llanto, con enojo, con furia; con desesperación, por que el aroma poco a poco se iba desvaneciendo también.
Cuando todo fue silencio, cuando la mente dejó de parlotear y su corazón dejo de llorar su alma la abrazó dulcemente y le susurró al oído, sólo una cosa quedaba por hacer.
Sintió el llamado de todos los seres que estaban congelados allá afuera esperando por ella; sintió su amor como una brisa de calor y por primera vez después de mucho tiempo su cuerpo tembló. Y con todo el miedo que podía caber en si misma abrió los ojos otra vez o quizás por primera vez.
Cristales de hielo se incrustaron en sus ojos, pero sostuvo la mirada. Mas allá, fuera de las paredes de hielo había una mirada; dos ojos profundos como dos soles negros. Era él sin duda, era su amado; cada célula de su cuerpo empezó como a moverse, como a presentirlo, como a extrañarlo; a despertar.
Recorrió con la mirada todo lo demás. Esto era la realidad? Comenzó a tener conciencia de lo que era adentro y lo que era afuera, con gran dificultad sus ojos le contaron las cosas que habían quedado fuera y como todo esperaba por ella.
Fue un instante de eternidad, como todo podía caber en este segundo? Todo su pasado y todo su futuro concentrado en un punto, en un vórtice; todo estaba en juego, su vida, su mundo, su amor y su alma.
Casi imperceptible, un pequeño calor nació en la base de su cóccix como un fuego serpentino que ascendía; no era nuevo, alguna vez lo había sentido ya, pero lo había controlado, por temor a lo que pudiera suceder; lo había anulado.
Ahora estaba decidida a escucharlo a dejarlo nacer y crecer. Sabía que era una fuerza poderosa, sabía que podía destruir todo o salvarla.
Se detuvo ahí, ¿qué podía destruir?
El fuego llegaba a su plexo.
Un cristal de hielo atravesó su corazón cuando comprendió el gran sacrificio, todo lo que la acompañó tanto tiempo, para forjar precisamente este instante, nada se resistía. Todas sus emociones, sus imágenes, sus ilusiones, sus mas altos pensamientos estaban ahora entregados, en sus manos, dispuestos.
El fuego ya era muy intenso y pasaba por su corazón bañándolo, calentándolo, curándolo. Le traía aromas tan añorados, aromas de incienso y mirra, a arenas del desierto; le traía sonidos muy amados, el cantar del río y el maravilloso silencio del templo.
Se sintió tan feliz, tan completa, que lloró, lloró y perdonó, su olvido, su miedo, su cansancio, su humanidad.
El fuego ya llegaba a su garganta y ya lo sentía como una bola de fuego; y como algo que no pudo detener, algo con vida propia; todo su ser, lo denso y lo sutil, lo físico y lo etérico, su cuerpo y su alma; Gritó. Con un sonido agudo y grave un sonido intenso y delicado a la vez, gritó: -“YO SOY !”
Las ondas del sonido quebraron el bloque de hielo que se convirtió en millones de estrellas y su grito fue escuchado en el universo entero.
Inmóvil, entera miró su bosque, todo brillaba, fresco, nuevo, vivo. Descubrió montañas, lagos y cascadas que nunca había visto.
Un hermoso pájaro azul le dio la bienvenida y se perdió en el horizonte; Como una bendición celestial una cálida lluvia besó sus largos cabellos negros, su piel recién nacida, sus pies descalzos.
Y entonces lo vio, junto al Jacaranda, mas hermoso que nunca, real, esperándola.

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