miércoles, 29 de octubre de 2008

El Hada de leche y miel



LECHE Y MIEL


Después de un invierno duro y persistente, Mi bosque quedó completamente blanco.
Agradecimos los primeros días de primavera que con su tibio sol, comenzaba a derretir la nieve del suelo. Y cuando todo estuvo verde ora vez descubrí un pequeño brote nuevo, que empezaba a elevarse de la tierra. Había nacido a los pies del Gran Padre árbol.
La estación que recién entraba le daría fuerzas para crecer.
Todos los día los duendes venían a ver cuanto había crecido y en algunas noches todavía frías, hacían rondas a su alrededor para transmitirles su calor.
Una mañana descifré su naturaleza, era una hermosa planta de jazmín.
El verano se acercaba y la planta crecía fuerte y firme y empezamos a estar ansiosos por ver su primer capullo.
El Gran árbol había guardado escarcha en sus ramas mas grandes y así todos las mañanas dejaba caer unas gotas como besos de buenos días. Todos los seres de mi bosque estaban pendientes de ella; porque nos representaba la esperanza y la alegría, el renacer de la vida, lo que sobrevive al dolor.
Al finalizar el verano, la planta había dado varios capullos, que permanecían cerrados, todavía dormidos; pero había uno especial, por que era mas grande y por que estaba en el tallo mas alto, elevado hacia el cielo. Parecía como si ella hubiera tenido especial cuidado para crearlo.
En los primeros días de Abril todos los capullos se habían abierto menos el mas grande. Comenzamos a turnarnos para presenciar el momento de su nacimiento. Los duendes correteaban por todo el bosque y se acercaban cada tanto para ver si ya era hora.
Una noche mi Rey y yo estábamos sentados al pié del Gran árbol, viendo como iban apareciendo una a una las estrellas y el gran capullo comenzó lentamente a separar sus pétalos, su perfume era tan intenso que nos sentíamos embriagados; cuando el último pétalo se abrió, y nos mostró su centro, pudimos ver qué guardaba con tanto cuidado. Una preciosa hadita dormía en su interior, un Hada de leche y miel. El Gran árbol desprendió la última gota de escarcha que había guardado para ella y la pequeña hada despertó.
Su piel era blanca, como la nieve de la cual surgió, y sus enormes ojos eran negros como los de mi Rey. Sus alitas tenían todos los colores del arco iris y cuando las movía se escuchaba el sonido de un arpa, tocada por manos invisibles.
El intenso perfume que desprendía, fue como un llamado a todos los seres del bosque, que llegaron para darle la bienvenida. Los duendes fueron los primeros en llegar con sus risas, la abuela no olvidó traer miguitas de pan para alimentarla, el Trovador salió tan apurado que perdió su antifaz, el Hada madrina llegó y con sus mágicas manos le descubrió su primera sonrisa. El último en llegar fue el Guardián de los duendes, por lo precavido de su andar, pero como dice el antiguo libro, los últimos serán los primeros. El hadita de leche y miel hizo su primer vuelo, para ir a su encuentro, y como dos seres que se conocieran por edades entonaron juntos una canción, en un idioma que solo ellos dos compartían.
En ese momento nos dimos cuenta de que, además de la dulzura que traía a nosotros; también tenía muchas cosas que enseñarnos, con su corazón sus abrazos y sus besos que repartía tan generosamente.

Y los años pasaron y todos crecimos pero no cambiamos.
El Hada de leche y miel siempre revolotea a nuestro alrededor, en realidad hace lo que quiere con nosotros y una de las cosas que quiere es que seamos felices en verdad.
Nosotros siempre tenemos una excusa para reunirnos y armar grandes banquetes al pié del Padre Árbol , celebramos cumpleaños, Navidades, logros y acontecimientos; Siempre podemos, juntos, celebrar la Vida

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